lunes, 28 de septiembre de 2009

László Pólgar

Como ya lo he dicho en otras ocasiones, este blog atiende temas literarios y ajedrecísticos. En el día de hoy quiero decir unas breves palabras sobre László Pólgar, el padre de las famosas ajedrecistas Judith y Susan.
Es un pedagogo húngaro, convencido de que los “genios se hacen, no nacen”; una teoría que implica una gran fe en su profesión. Según él, la educación tradicional está diseñada para producir mediocres. Antes de tener mujer con la cual tener hijos, escribió el libro “Cómo Criar un genio”, en el cual exponía sus ideas y además proponía que si había alguna mujer, interesada en el tema, él estaba dispuesto a recibirla. La mujer apareció. Klara, una profesora húngara, residente en Ucrania.
Tuvieron la primera hija, Susan.
Aficionado al ajedrez, de mediana fuerza, Pólgar se decidió a enseñarle el juego, que entre otras cosas es probablemente el deporte más barato de practicar. El aficionado sólo necesita un tablero, unas piezas, un libro viejo, y ¡mucho tiempo! Pero tiempo es lo que nos sobra a los humanos… Al menos lo derrochamos como si no tuviera valor.
No conocemos detalles de cómo inició la preparación de la niña. Sabemos que además del ajedrez, le enseñó algunas lenguas, para que se pudiera desenvolver en sus giras por el mundo, y un poco de geografía húngara, para que supiera en dónde estaba parada. Lo que sí conocemos son sus resultados. A la edad de once años, la niña estaba en capacidad de jugar de igual a igual con los mejores maestros. Y como por lo general las mujeres han jugado a un nivel más bajo que el de los hombres, no sabemos por qué, él inscribió a Susan, y luego a otras dos que vinieron después, solamente en campeonatos para hombres.
De una línea parecida fue la rusa Vera Menchik, la primera ajedrecista del mundo durante la época de 1930, la época romántica del ajedrez; la época de Alekhine y Capablanca. Vera decidió aislarse de los campeonatos femeninos y jugar torneos sólo para hombres.
Después de Susan vino Sofía, que seguramente recibió una educación similar a la de su hermana. Pero sus resultados no fueron tan vistosos como los de su hermana mayor, aunque por supuesto ha sido una jugadora de primera clase.
Pero faltaba Judit. La única mujer de hoy y de toda la Historia que ha estado en la lista Elo, el ranking del ajedrez, entre ‘los' mejores 100 del mundo. Con ésta, el llamado “método Pólgar” quedó validado.

lunes, 21 de septiembre de 2009

No era tuerto sino bizco

Por lo que hemos sabido, “el tuerto” no era tuerto sino 'solamente' bizco. Y no era un hombre tan desconocido en las letras hispanas, como lo habíamos creído; de él dijo don Miguel de Unamuno en una entrevista en el año 1921: “Luis Carlos López es hoy por hoy el poeta más original de habla hispana”.
En un prólogo de Ramón de Zubiría a la edición de la obra de Luis Carlos López, del Círculo de Lectores, nos dice: “su vida –y esto sorprenderá a muchos- se caracterizó por el orden y el plácido discurrir familiar. Fue esposo y padre ejemplar…”

¿Cómo entender que un esposo y padre ejemplar, cuya vida haya discurrido plácidamente, tenga una visión tan escéptica de la vida y de sus congéneres? ¿Será que la poesía fue la manera que encontró este hombre para hacer soportable todo lo que veía? Porque ya fuera tuerto o bizco, sabemos que observaba bien y nos ha dejado unos cuadros que así lo demuestran. Como la señora del señor pudiente que tocaba mal el piano y hacía pensar al tuerto: “¿Pero por qué Mozart no fue albañil?” O aquel Casimiro, el campanero de la iglesia rural, que tenía una sobrina tan hermosa como casquivana, del que nos dice:

“…¡Y quién podrá decir que Casimiro
No apuró sorbo a sorbo, en un suspiro
Y otro suspiro, un cáliz de amargura,

Conociendo la lengua viperina
de las devotas! Conociendo al cura!
¡Y conociendo tanto a su sobrina!”

Terminemos con una verdadera muestra de escepticismo:

MISANTRÓPICA TARDE

Misantrópica Tarde campesina,
Sin sol. En el crepúsculo barcino,
Puesta como de canto
Sobre un techo pajizo,
llora una luna de latón…

El río,
Fonje y turbio, semeja
Dormitar.
Y los árboles torcidos
Desnudos y nudosos,
Seguramente sufren de artritismo.

Fosco silencio y aridez… Acaso
-torpe mancha movible- algún vampiro
Da tumbos y se aleja
Como un pasquín…

Y todo, en el fastidio
Del ambiente letal, sin una fresca
Pincelada de luz, me dice a gritos
Con hierático gesto
Y elocuente mudez: -¡Pégate un tiro!