domingo, 19 de septiembre de 2010

Para una justicia más justa


Una nota igual, pero con comentario diferente, la había incluido en este blog el año pasado.

En “Memorias de Adriano”, nos relata Marguerite Yourcenar:

“En España, cerca de Tarragona, un día que visitaba una mina semi abandonada, un esclavo cuya larga vida había transcurrido casi por completo en los corredores subterráneos, se lanzó sobre mí armado de un cuchillo. Muy lógicamente, se vengaba en la persona del emperador de sus cuarenta y tres años de servidumbre. Lo desarmé fácilmente, y lo entregué a mi médico; su furor se calmó, y acabó convirtiéndose en lo que verdaderamente era: un ser no menos sensato que los demás, y más fiel que muchos. Aquel culpable, que la ley salvajemente aplicada hubiera mandado ejecutar de inmediato, se convirtió en un servidor útil. Casi todos los hombres se parecen a ese esclavo; viven demasiado sometidos, y sus largos períodos de embotamiento se ven interrumpidos por sublevaciones tan brutales como inútiles”. (Memorias de Adriano. Editorial Planeta, página 97)

La pregunta que surge después de leer este texto es: ¿no sería conveniente pensar en formas más civilizadas de aplicar la justicia y dirimir los conflictos? ¿No habrá otras formas diferentes a la de manejar el miedo?

A nuestro conflicto colombiano ¿no será posible buscarle otra solución? Nos estamos gastando un 6% del PIB en una guerra que se alarga sin resolverse. Según la periodista Cristina de la Torre, en los ocho años del Gobierno del doctor Uribe nos gastamos la friolera de cien mil millones de dólares en asuntos militares. Contamos con uno de los ejércitos más grandes del mundo, siendo un país pobre. ¿No estaremos engañados con nuestra percepción del problema? Invirtiendo en escuelas, salud, vivienda y empleo; distribuyendo racionalmente la riqueza; atacando la corrupción y creando un mejor ambiente social ¿no quedarían desarmados los que cometen toda clase de atropellos en nombre de la causa de los pobres?

Pero, claro, es más lucrativo el negocio de la guerra. Les da mucho rédito a los políticos que la presentan como inevitable, y no resuelve ninguno de nuestros problemas estructurales. Y de otra parte mantiene ocupados y bien remunerados a los militares que intervienen en ella.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Releer


En una conferencia que les dictó Thomas Mann a los estudiantes de la Universidad de Princeton (USA) el 10 de mayo de 1939, les dijo:

“¿Qué puedo decir sobre el libro (La Montaña Mágica) y sobre cómo hay que leerlo? Comienzo haciendo una exigencia muy arrogante, a saber, la de leerlo dos veces. Esta exigencia se retirará naturalmente de inmediato en el caso que la primera lectura haya resultado aburrida. El arte no debe ser tarea escolar ni aburrimiento [...], sino que quiere y debe deparar alegría, debe entretener y dar vida, y aquél sobre el cual una obra determinada no ejerza efecto debe dejarla y volcarse en otra. Pero al que haya llegado al final de La montaña mágica le recomiendo leerla de nuevo, porque su forma especial, su carácter en cuanto composición, implica que el placer del lector aumentará y se profundizará en la segunda lectura ~del mismo modo que hay que conocer una pieza de música para poder disfrutarla plenamente.”

Creo que una de las principales causas de que El Quijote sea poco leído en nuestro medio es que en los colegios han obligado a los estudiantes a leerlo. Y el arte está hecho para divertir, como dice Thomas Mann. Entre leer y releer existe, a mi juicio, la diferencia que hay entre la primera y la segunda vez que gozamos del amor de una mujer que nos gusta mucho. La primera vez, el afán de gozar de aquello tan maravilloso que nos ofrecen nos impide entrar en el detalle. En cambio, la segunda vez detallamos y gozamos.

¡Les queda de tarea indagar qué es el detalle!

Y entre otras cosas, ahora se habla de enseñar ajedrez en las escuelas; obligatoriamente, como otra materia cualquiera. No creo que los profesores cansones puedan acabar con el ajedrez, pero sí hacérselo aburridor a los muchachos.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Nicolás y Alejandra (II)


El señor Robert Massie se documentó al detalle en una época en la que era difícil hacerlo. Cuando empezó a escribir su libro existía la Unión Soviética y muchos de los documentos estaban vedados. Sin embargo nos muestra documentos como el reporte diario que los policías le entregaban a su jefe. Por orden de la zarina, Rasputín era protegido, pero sus pasos eran seguidos al detalle por orden de algún ministro.

En el desconcierto en que vivía su esposo, Alejandra de carácter más fuerte y decidido tomaba decisiones importantes, con total desconocimiento.

Puede decirse que el drama que vivían el zar y la zarina, al mando de un gobierno que no controlaban plenamente, labor que tampoco desempeñaban a satisfacción y para la que no estaban preparados, los hizo de alguna manera defenderse y vivir en cierto aislamiento en Tsárskoie Seló, uno de los palacios del zar, cercano a San Petersburgo, capital del imperio por esos días. “Tsárskoie Seló era un mundo aparte, un país feérico al cual sólo tenía derecho de entrada un reducidísimo número de personas… Se convirtió en un lugar legendario. Para los monárquicos leales era una especie de paraíso terrenal, la morada de los dioses terrestres. Para los revolucionarios, un lugar siniestro, en el cual unos tiranos sedientos de sangre tramaban sus nefandos enjuagues contra el pueblo inocente” (pag. 141), escribió Gleb Botkyn, hijo de uno de los médicos de la corte de Nicolás II. Además durante muchos años quisieron ocultar la enfermedad del zarevith y entonces qué mejor que vivir lejos de los tumultos de la ciudad. Pero en un sentido más amplio, Tsárskoie Seló fue un refugio y a la vez una cárcel para ellos. En medio de la abundancia y el lujo, con más de 200 criados a su servicio, arrastraban una vida triste.

martes, 7 de septiembre de 2010

Nicolas y Alejandra (I)


“Nicolás y Alejandra”. Autor: Robert Massie. Premio Pulitzer. Editorial Vergara. Aparecido en inglés en 1967 y en español en 1983. 553 páginas.

¿Cuál es el tema del libro? ¿Quiénes son o quiénes fueron Nicolás y Alejandra?

Nicolás fue el último zar que tuvo Rusia. Y Alejandra, su esposa.

Nicolás II, como se llamó después de la coronación, pertenecía a la dinastía Romanov, familia que gobernó a Rusia durante algo más de 300 años. Esta dinastía empieza en el año 1613, con Miguel Romanov, y termina con Nicolás II, en marzo de 1917, en vísperas de la revolución de octubre. Entre los exponentes más sobresalientes de la familia Romanov tenemos a Pedro El Grande, zar que llevó a cabo un proceso de occidentalización y expansión que sacó a Rusia de un atraso de siglos; una de sus obras colosales fue la construcción de San Petersburgo, cuyo modelo copió de Ámsterdam, y cuya construcción dirigió personalmente, garrote en mano; un hombre que con toda razón merece el apelativo de grande. También Catalina II o Catalina La Grande fue una Romanov y llevó a cabo importantísimas reformas y muchas guerras en las que anexó enormes territorios. Otro Romanov famoso, pero por la violencia que desencadenó, fue Iván El Terrible, que se excedió en sus locuras y entre sus múltiples víctimas incluyó a uno de sus hijos.

Más que por alguna obra especial de su gobierno, pienso que la razón por la que se les recuerda a Nicolás y Alejandra es porque fueron los últimos zares. A ellos les tocó vivir un período en el que las monarquías habían empezado a caer. La primera y más famosa fue Francia. Pero pocos años después en Europa había más Repúblicas que Reinados.

Es bien sabido que después de su derrocamiento por el gobierno provisional de Kerensky, el zar y su familia fueron detenidos; y un tiempo después, con la llegada del gobierno de los Soviets, fusilados.

Débil de carácter y sin ninguna preparación para manejar un imperio tan vasto, Nicolás fue mal aconsejado y cometió un primer error importante en 1905, al declararle la guerra al Japón, guerra que consideró ganada antes de empezarla, y que fue un completo fiasco; no sólo perdió territorio y poder internamente sino el 70% de la flota naval. Para compensar ese debilitamiento interno aceptó a regañadientes la creación de la Duma, una especie de congreso del pueblo; un intento vano, pienso yo, de democratizar la autocracia. Tiempo después, en julio de 1914, cometió su segundo y último error, la declaración de guerra a Alemania; guerra que según sus asesores demoraría a lo sumo seis meses para ganarla. Tres años después, con el ejército diezmado, las aldeas llenas de viudas y huérfanos, las finanzas en bancarrota y el pueblo hambriento pagó su torpeza con la caída estrepitosa de su Gobierno.

Pero todo esto es conocido. No hay necesidad de leer el libro para saberlo.

Pienso que lo que el libro nos muestra con lujo de detalles es la vida personal y familiar de los zares; cómo la debilidad de Nicolás y la religiosidad de Alejandra, la hemofilia de Alexis, su adorado hijo menor, el heredero del trono, nacido después de cuatro hijas mujeres, los llevó a depositar todas sus esperanzas en personajes tan oscuros como Rasputín, un campesino siberiano, que practicaba una religión muy particular. Según dicha religión, las puertas del cielo se abrían pecando.

Y Rasputín, algo dado al libertinaje, en medio de tanta mujer bella como tenía la corte, les ofrecía a un mismo tiempo el pecado y la salvación, y por este medio parece que logró abrirles el camino al cielo a más de una. Y él, se labró el suyo aquí en la tierra, a la sombra de los zares. Tenía poderes hipnóticos y parece que por este medio le ayudó a Alexis a sobrellevar su enfermedad. En los momentos de crisis más agudas, al primero que llamaba la zarina era al staretz, como se les dice en Rusia a los monjes famosos por su santidad; los médicos venían después.

Aunque era creencia popular que el staretz también se esmeraba por la salvación del alma de la zarina, no hay pruebas de esto. Antes de su detención la zarina quemó toda la correspondencia que la pudiera comprometer. Lo que sí sabemos es que llegó a tener tal predominio sobre ella que imponía ministros, que probablemente tenían poco conocimiento de sus carteras, pero que por cualquier razón le simpatizaban a Rasputín.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Es normal que sean anormales


En su calidad de ruso, el autor de Lolita, Vladimir Nabokov, parece que fue un ajedrecista notable; compuso problemas y escribió una novela que tiene por tema el ajedrez (La defensa de Luzhin). En una de las pocas entrevistas que concedió en 1975, cuando le preguntaron qué pensaba sobre Bobby Fisher, respondió:

“…es un ser extraño. Pero no tiene nada de anormal que un jugador de ajedrez no sea normal. Se dio el caso del gran Rubinstein, a principios de siglo. Del manicomio donde solía vivir, una ambulancia lo llevaba cada día a la sala del café donde se celebraba el torneo y después lo devolvía a su casilla negra, después del juego. No le gustaba ver a su adversario, pero una silla vacía más allá de su tablero todavía le irritaba más. Entonces ponían un espejo y el veía su reflejo o quizá al auténtico Rubinstein”.

El del polaco Rubinstein, famoso jugador de comienzos del siglo 20, no es el único caso de locura en la Historia del ajedrez. Ya la había sufrido unos años antes Morphy. Después Capablanca sufrió cierto delirio de grandeza, que le hizo creer que no tenía rivales, lo que le costó el título de campeón mundial en 1927. También Fisher, tras arrebatarle el título mundial a Spassky, entró en el trance que Freud llamó “los que fracasan al triunfar”; cuando Karpov ganó justamente el derecho a retarlo, sacó toda clase de disculpas para evitar el encuentro. Y a propósito de Alekhine dice Alexander Koblenz, famoso entrenador ruso de campeones: "su tragedia personal fue que en toda su vida no había tenido amigos. Nunca le vi sonreír. Me parecía muy triste"

martes, 31 de agosto de 2010

Carta del jefe Noah Sealth


La carta que transcribo a continuación la he leído decenas de veces y nunca deja de sobrecogerme. En 1854 se la dirigió Noah Sealth, jefe de la etnia Suquamish, al presidente de los Estados Unidos, Franklin Pierce. Este último propuso crear una reserva indígena, que acabara los enfrentamientos entre indios y blancos. Hoy no sabemos si terminó dichos enfrentamientos. Lo que sí sabemos es que de los “pieles rojas” no queda sino el recuerdo de lo que fueron.

El jefe Sealth ha entendido que no hay otra alternativa diferente a venderles a los blancos, aunque se hace unas preguntas muy pertinentes sobre cómo se puede vender el firmamento o el calor de la tierra. “Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿cómo podrán ustedes comprarlos?” El jefe blanco terminará imponiéndose por la fuerza; sabe que la presencia de los blancos en su territorio significa el fin de los pieles rojas, que en otro tiempo poblaron esas tierras; “un pueblo que una vez fue más poderoso y con más esperanzas que el suyo”, dijo en otro discurso.
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CARTA DEL JEFE INDIO Noah Sealth, 1854

"¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aun el calor de la tierra? Dicha idea nos es desconocida.

Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿Como podrán ustedes comprarlos?

Cada parcela de esta tierra es sagrada para mi gente. Cada brillante mata de pino, cada grano de arena en las playas, cada gota de rocío en los bosques, cada altozano y hasta el sonido de cada insecto, es sagrado a la memoria y el pasado de mi pueblo. La savia que circula por las venas de los arboles lleva consigo la memoria de los pieles rojas.

Los muertos del hombre blanco olvidan su país de origen cuando emprenden sus paseos entre las estrellas, en cambio nuestros muertos nunca pueden olvidar esta bondadosa tierra puesto que es la madre de los pieles rojas. Somos parte de la tierra y asimismo ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el venado, el caballo, la gran águila; estos son nuestros hermanos. Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del caballo y el hombre, todos pertenecemos a la misma familia.

Por todo ello, cuando el Gran Jefe de Washington nos envía el mensaje de que quiere comprar nuestras tierras, nos está pidiendo demasiado. También el Gran Jefe nos dice que nos reservara un lugar donde podamos vivir confortablemente entre nosotros. El se convertirá en nuestro padre, y nosotros en sus hijos. Por ello consideraremos su oferta de comprar nuestras tierras. Ello no es fácil, ya que esta tierra es sagrada para nosotros.

El agua cristalina que corre por los ríos y arroyuelos no es solamente agua, sino que también representa la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos la tierra, deben recordar que es sagrada, y a la vez deben enseñar a sus hijos que es sagrada y que cada reflejo fantasmagórico en las claras aguas de los lagos cuenta los sucesos y memorias de las vidas de nuestras gentes. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.

Los ríos son nuestros hermanos y sacian nuestra sed; son portadores de nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y enseñarles a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y también los suyos, y por lo tanto, deben tratarlos con la misma dulzura con que se trata a un hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. El no sabe distinguir entre un pedazo de tierra y otro; es un extraño que llega de noche y toma de ella lo que necesita. La tierra no es su hermana, sino su enemiga y una vez conquistada sigue su camino, dejando atrás la tumba de sus padres sin importarle. Le secuestra la tierra de sus hijos. Tampoco le importa. Tanto la tumba de sus padres, como el patrimonio de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, la Tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos que se compran, se explotan y se venden como ovejas o cuentas de colores. Su apetito devorara la tierra dejando atrás sólo un desierto. No sé, pero nuestro modo de vida es diferente al de ustedes. La sola vista de sus ciudades apena la vista del piel roja. Pero quizás sea porque el piel roja es un salvaje y no comprende nada.

No existe un lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ni hay sitio donde escuchar cómo se abren las hojas de los arboles en primavera o como aletean los insectos. Pero quizá también esto debe ser porque soy un salvaje que no comprende nada. El ruido parece insultar nuestros oídos. Y, después de todo, ¿Para qué sirve la vida, si el hombre no puede escuchar el grito solitario del chotacabras ni las discusiones nocturnas de las ranas al borde de un estanque? Soy un piel roja y nada entiendo. Nosotros preferimos el suave susurro del viento sobre la superficie de un estanque, así como el olor de ese mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado con aromas de pinos. El aire tiene un valor inestimable para el piel roja, ya que todos los seres comparten un mismo aliento - la bestia, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire. El hombre blanco no parece consciente del aire que respira; como un moribundo que agoniza durante muchos días, es insensible al hedor. Pero si les vendemos nuestras tierras deben recordar que el aire no es inestimable, que el aire comparte su espíritu con la vida que sostiene. El viento que dio a nuestros abuelos el primer soplo de vida, también recibe sus últimos suspiros. Y si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben conservarlas como cosa aparte y sagrada, como un lugar donde hasta el hombre blanco pueda saborear el viento perfumado por las flores de las praderas. Por ello consideraremos su oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, yo pondré una condición: El hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos.

Soy un salvaje y no comprendo otro modo de vida. He visto a miles de búfalos pudriéndose en las praderas, muertos a tiros por el hombre blanco desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo como una maquina humeante puede importar más que el búfalo al que nosotros matamos sólo para sobrevivir.

¿Qué sería del hombre sin los animales? Si todos fueran exterminados, el hombre también moriría de una gran soledad espiritual; Porque lo que le sucede a los animales también le sucederá al hombre. Todo va enlazado.

Deben enseñarles a sus hijos que el suelo que pisan son las cenizas de nuestros abuelos. Inculquen a sus hijos que la tierra esta enriquecida con las vidas de nuestros semejantes a fin de que sepan respetarla. Enseñen a sus hijos que nosotros hemos enseñado a los nuestros que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la tierra les ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, se escupen a sí mismos.

Esto sabemos: la tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra. Esto sabemos. Todo va enlazado, como la sangre que une a una familia. Todo va enlazado.

Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra. El hombre no tejió la trama de la vida; él es solo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a sí mismo. Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con el de amigo a amigo, queda exento del destino común.

Después de todo, quizás seamos hermanos. Ya veremos. Sabemos una cosa que quizá el hombre blanco descubra un día: nuestro Dios es el mismo Dios. Ustedes pueden pensar ahora que El les pertenece lo mismo que desean que nuestras tierras les pertenezcan; pero no es así. El es el Dios de los hombres y su compasión se comparte por igual entre el piel roja y el hombre blanco. Esta tierra tiene un valor inestimable para El y si se daña se provocaría la ira del creador. También los blancos se extinguirán, quizás antes que las demás tribus. Contaminan sus lechos y una noche perecerán ahogados en sus propios residuos. Pero ustedes caminaran hacia su destrucción, rodeados de gloria, inspirados por la fuerza de Dios que los trajo a esta tierra y que por algún designio especial les dio dominio sobre ella y sobre el piel roja. Ese destino es un misterio para nosotros, pues no entendemos por qué se exterminan los búfalos, se doman los caballos salvajes, se saturan los rincones secretos de los bosques con el aliento de tantos hombres y se atiborra el paisaje de las exuberantes colinas con cables parlantes.. ¿Dónde está el matorral? Destruido. ¿Dónde está el águila? Desapareció. Termina la vida y empieza la supervivencia."

viernes, 27 de agosto de 2010

La razón de la sinrazón


A propósito de Tales de Mileto, le escribe Anaxímenes a Pitágoras:

“Tales en su vejez partió con poca felicidad. Saliendo como solía al zaguán de su casa por la madrugada, acompañado de una criada, a fin de observar los astros, no acordándose del estado del terreno, mientras miraba los cielos atentamente, se precipitó en un hoyo. Este fin tuvo este astrólogo”.

Pero en otro aparte del libro ("Vidas de los filósofos griegos ilustres") cuenta Diógenes que Tales no murió en estas circunstancias, y que la criada, ayudándole a salir del hoyo, le dijo: “Oh, Tales, tú presumes ver lo que está en los cielos, cuando no ves lo que tienes a tus pies”.

Esa criada realista me recuerda a una tía mía, solterona, que en paz descanse. Se burlaba de mi abuelo cuando éste había perdido la razón. Pero la vida de ella había sido una sucesión continua y monótona de misas, rosarios y ansiosas letanías. Desde esa perspectiva de vida tan pobre se burlaba del viejo. Pero, pregunto: ¿lo de ella, era vida? ¿Y era más razonable que la del abuelo? Ahora bostezarán ambos allá arriba en los cielos, aburridos de tanta felicidad.

Y entre otras cosas, la palabra astrólogo, con el correr del tiempo ha devenido en adivino y charlatán. Cuando antes era astrónomo.

jueves, 26 de agosto de 2010

Que no se note la destreza


Consejos de Borges a un escritor joven:

Estos consejos de Borges, que ya he publicado en otra ocasión, me parecen valiosos. Les he agregado un pequeño comentario.

“Daría un consejo muy elemental al escritor joven: que no piense en la publicación sino en la obra. Que no se apresure en publicar, que no se olvide del lector, y además, si ensaya la ficción, que trate de no escribir nada que no pueda imaginarse con sinceridad. Que no escriba sobre los hechos sólo porque le parezcan sorprendentes, sino que lo haga sobre aquéllos en los que su imaginación pueda creer. Y en cuanto al estilo, yo le aconsejaría más bien pobreza de vocabulario que exceso de riqueza. Hay un defecto moral que suele advertirse en la obra, y ese defecto es la vanidad. Una de las razones por las cuales Lugones, digamos, no me gusta del todo, aunque desde luego no niego su talento y quizá su genio, es que percibo algo de vanidad en su modo de escribir. Si en una página todos los adjetivos o todas las metáforas son nuevos, eso suele corresponder a la vanidad, al deseo de asombrar al lector y no creo que el lector deba sentir que el escritor es diestro.
“Conviene que el escritor lo sea, pero no que el lector lo sienta. Cuando las cosas están muy bien hechas parecen no sólo fáciles sino inevitables. Si se nota un esfuerzo denota un fracaso de parte del escritor. Tampoco quiero decir que un escritor deba ser espontáneo, porque eso significaría que el escritor acierta inmediatamente con la palabra más justa, lo cual me parece inverosímil. Una vez terminado un trabajo, debe parecer espontáneo, aunque se vea que está lleno de secretas astucias y modestas destrezas, pero no de destrezas vanidosas”.

Estas recomendaciones de Borges me recuerdan a un escritor conocido mío que vivía a costillas de su mujer y era bastante tímido y recatado en la calle con las demás mujeres. Pero, curiosamente, en sus cuentos, sólo hablaba de amantes. Y por supuesto quedaba claro al leerlo que su desconocimiento del tema en la vida real era total.
Solamente quisiera agregar unas palabras de Mario Vargas Llosa:

“La literatura es puro artificio, pero la gran literatura consigue disimularlo y la mediocre lo delata”.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Alekhine contra Trotsky, partida decisiva


El año pasado publiqué esta página en www.ajedrez32.com, con algunas modificaciones. El episodio que se narra deja en alto el nombre de Alekine, un hombre que vivió exclusivamente para el ajedrez. Y deja también en alto a Trotsky, que no obró como un comisario cualquiera. La revolución de octubre dejó a Alekhine sin patria, pero él adoptó el ajedrez; un reino donde los reyes también suelen morir, y donde las damas son las piezas más poderosas y decisivas, como ha sido siempre.

Pues bien, como todos los nobles rusos, al momento de la revolución, Alekhine trató de huir. Pero fue capturado en Odessa, encarcelado y amenazado con la pena de muerte. Trotsky, el comisario del pueblo, lo visitó en su celda y le pidió que jugara una partida con él.

"Nos sentamos frente a frente –cuenta Alekhine– y nos dispusimos a comenzar la partida. Le pregunté si deseaba jugar con blancas o negras. Me hizo un gesto que interpreté como que lo dejaba a mi elección. Me decidí por las blancas y empezamos la partida más emocionante que he jugado en mi vida. No es que yo hubiera estado un solo momento en peligro durante el juego, pero sentía la certeza de que de su resultado dependía mi salvación.

“No sabía, sin embargo, si debía ganar o dejarme batir, e hice durante algún tiempo, a propósito, jugadas débiles, para dar a mi adversario alguna probabilidad de victoria. Trotsky levantó una vez los ojos, me echó una mirada fugaz, penetrante, indagadora, continuando después el juego sin decir palabra. Aquella mirada me hizo comprender y, sobre todo, me dejó en la duda de si Trotsky había descubierto mi táctica. Entonces decidí reconstruir la posición jugando como solía hacerlo en otros ambientes. Momentos antes del mate, Trotsky abandonó. Me hizo una ligera inclinación de cabeza y se marchó acompañado de los guardianes.

“A la mañana siguiente me fue remitido a mi celda un documento con la firma del Comisario del Pueblo: estaba libre y podía abandonar inmediatamente Rusia. Ésta ha sido la partida más difícil de mi vida y así pude salir del infierno rojo."
Con la revolución, Alekhine perdió toda su fortuna, que incluía propiedades y fábricas de confecciones. Y después, según él, La Segunda Guerra le quitó lo que le quedaba. Pero el ajedrez lo acogió para siempre.

Me he basado en una nota tomada de "El Observador", Palma de Mallorca, del 10 de febrero de 1942.

martes, 24 de agosto de 2010

La isla bajo el mar, de Isabel Allende

Es la historia de Zarité Sedella, esclava nacida en tierra americana, de madre guineana. A la edad de nueve años, Zarité es vendida al francés Valmorain, dueño de una plantación de caña de azúcar en Saint Domingue. Aunque ella ha deseado ardientemente su libertad y ha intentado escapar varias veces, debe conformarse un largo tiempo con llevar una existencia relativamente tranquila; si se puede hablar de tranquilidad en un medio donde a toda hora se presentan sublevaciones, los amos abusan de “sus” esclavos de la manera más infame; y corren ríos de sangre de lado y lado.

Desde antes de alcanzar la adolescencia, Zarité ya tiene la capacidad para llevar con esmero la casa del grand blanc. La mujer de éste, que ha comenzado el matrimonio padeciendo trastornos mentales, enloquece de remate al nacer su hijo. Zarité es la encargada de la casa, de la loca y del niño, amén de todos los oficios domésticos y el cuidado de los hijos que ella tiene con el amo.

Valmorain ha dejado sus comodidades de Paris y se ha visto obligado a hacerse cargo de la plantación de su padre, muerto hace poco a causa de la “enfermedad española”, como se denominaba en aquella época la sífilis. Hace unos años llegó a la isla con el propósito de pasar una temporada, pero las obligaciones de su trabajo lo absorben de tal manera que no puede volver a Francia sino después de viejo, y eso por una temporada breve.

Aunque el francés no es un esclavista convencido, lo considera un mal necesario sin el cual no se puede manejar su plantación de caña de azúcar. Además de ponerse en la tarea de mejorar todo lo relativo a la plantación, Valmorain se esmera en darles un buen trato a los esclavos. Pero deja en libertad a su capataz, Prosper Combray, para que obre según su criterio negrero. Valmorain no cree en las fórmulas de su capataz, pero no tiene otra alternativa.

Mientras Zarité madura y llega a la edad adulta, en la isla ocurren todo tipo de sucesos. No ha dejado uno de sorprenderse, cuando sucede otra cosa peor. Las continuas y justificadas sublevaciones de los esclavos hacen el ambiente difícil e incierto para la explotación de las haciendas. Y los grandes blancos exacerbados cometen toda clase de crímenes. Hasta que la situación se torna invivible. Bien informada por otros esclavos de la inminente toma de la plantación, una noche Zarité salva a Valmorain de una muerte segura, con la condición de que les restituya su anhelada libertad, a ella y su niña. Valmorain ha regalado al otro niño; preventivamente, como si fuera un secreto que los amos abusaban y preñaban a las esclavas.

En este punto de la narración termina la primera parte del libro, que está dividido en dos partes:
1. Saint Domingue, 1770 - 1793
2. Luisiana, 1793 - 1810

Saint Domingue, es el territorio conocido como “La Española” durante la época de la Conquista, hoy conformado por Haití y República Dominicana. Y Lousiana era territorio francés, por aquellos días vendido por Napoleón a los Estados Unidos, para financiar sus campañas.

En vista de que en Saint Domingue la sublevación de los negros prácticamente había desterrado a los blancos de la isla, Valmorain debe partir para Luisiana. Entre otras cosas, la emancipación de los negros haitianos sentó un precedente para la terminación del comercio de esclavos. Haití fue la segunda colonia que se independizó en América, después de Estados Unidos.

En Luisiana, finalmente, Zarité logra su tan ansiada libertad.

A pesar de su condición de esclava y amante obligada del patrón, Zarité no está sola en la vida. Tiene amistades como Violette, mulata encantadora que vende bien sus encantos; Loula, auxiliar de Violette, que controla los ímpetus que desata aquella entre los hombres, trastornados con sus provocativas curvas. Y Tante Rose, doctora en hierbas y sabia consejera en los momentos difíciles. Y también tiene sus amores; inicialmente en Saint Domingue, con Gambo, un joven esclavo, senegalés, que desde que se baja del barco y es vendido sólo está pensando en su libertad y el regreso a su patria. Es su amor de juventud. Después en Luisiana, Zacharie, un negro hermoso, que desvela a blancas y negras, con el que Zarité establece una buena relación y tiene otros hijos.

La historia de Zarité es la historia del valor de una mujer, como seguramente hubo muchas en aquellos tiempos, que no se rinde ante nada, a pesar de todas las trampas que le pone el destino; y ese es su gran valor. Valmorain, en cambio, con todas sus riquezas, es quizás más esclavo que Zarité. Es un esclavo de su nueva esposa, esclavo de sus esclavos y enemigo de sus hijos.

Por último, ¿por qué el título? Parece que el cielo en algunas religiones africanas se representa como una isla bajo el mar. El de los católicos, como un inmenso teatro donde estaremos diciendo eternamente: ¡Hosanna, hosanna! Y a punto de ahogarnos en babas, en esa monotonía de nunca acabar, viviremos por los siglos de los siglos. Parece más interesante el cielo de los musulmanes. Allí cada hombre tendrá a su disposición 72 vírgenes que no pierden la virginidad por más intenso que sea el trajín al que se sometan.

lunes, 23 de agosto de 2010

El Che Guevara y el ajedrez


Contaba el Che que cuando tenía once años, en 1939, se estaba jugando en Buenos Aires la VIII olimpiada mundial de ajedrez. En ese tiempo se llamaba Torneo de las Naciones. Hasta su pueblo Alta Gracia llegaban ecos de la fama de Capablanca. Al preguntar de dónde era el gran jugador, le dijeron que de Cuba. Y de allí nació su curiosidad por esa tierra querida.

Esa olimpiada tiene una particularidad especial: por esos días se declaró la Segunda Guerra mundial y muchos de los participantes no pudieron regresar a sus países de origen. Entre ellos recordamos a Najdorf, Pilnik y Eliskases, que le dieron mucho renombre al ajedrez argentino.

Volviendo al che, era tanta su preocupación por promover el ajedrez cubano que fue el principal impulsor de la masificación del juego y el creador del Capablanca in memoriam, en el año 62, uno de los torneos más importantes que se juegan por estas latitudes.

Recibía a todos los ajedrecistas que llegaban a la isla y jugó con muchos de ellos. Después del primer torneo Capablanca in memoriam, jugó en simultáneas con Najdorf, el ganador, y consiguió unas tablas sospechosamente tempranas.

Incluimos una de sus partidas jugada contra el maestro nacional cubano Rogelio Ortega. Juega con negras el che. En la jugada 15 gana pieza y en la 22 calidad.

1.Cf3 d5 2.e3 e6 3.d4 Cf6 4.Ad3 g6 5.0-0 Ag7 6.b3 0-0 7.Ab2 b6 8.Cbd2 Ca6 9.Aa3 c5 10.Ce5 Dc7 11.Tc1 Cd7 12.f4 Cb4 13.Axb4 cxb4 14.e4 Dc3 15.Cdf3 dxe4 16.Axe4 De3+ 17.Rh1 Dxe4 18.Cg5 Dd4 19.c4 bxc3 (a.p.) 20.Txc3 Ab2 21.Cgf3 Tac8 22.Td3 Aa6 y las blancas abandonan.

Claro que no habrá de faltar quien nos diga ahora que el maestro Rogelio estaba obligado a perder o de lo contrario pasaría al paredón…

Esta partida aparece en:

www.worldchesslinks.net/szs04.html, “curiosidades del ajedrez”, donde entre otras se puede ver una partida de Carlos Marx, del año 1867, conduciendo las blancas como un romántico de comienzos del siglo XX, en un gámbito de rey, sacrificando caballo en la tercera o cuarta jugada y dando un mate como de problema.

miércoles, 18 de agosto de 2010

"La hermana", de Sándor Márai



Hace poco terminé de leer “La Hermana”, novela del escritor húngaro Sándor Márai, relativamente bien traducida al español. Es el primer libro que leo de él. ¡Qué sorpresa más agradable! Como primero, la calidad de su prosa; tan buena, que algunos lo han comparado con Thomas Mann y Stefan Zweig. Pero, además, porque me extrañaba que un escritor de semejante talla fuera hasta hace poco tan desconocido. El libro fue publicado en 1946 y fue la última obra que Márai escribió en su Hungría natal, antes del exilio.

El libro empieza contando los extraños sucesos de los que es testigo el narrador mientras pasa una temporada de invierno en un pequeño hotel de montaña (“la tercera Navidad desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial”). Uno de los huéspedes, Z., había sido un famoso pianista, “el gran músico aplaudido unos años antes en las salas de concierto más importantes del mundo”. Pero ya no era sino la sombra de lo que había sido. El narrador había coincidido con él con cierta frecuencia en un exclusivo salón de una dama de vasta cultura. Según rumores, no comprobados y ya olvidados, Z. tenía alguna relación amorosa con E., la dueña de la casa.

Pero el narrador le había perdido la pista. Hacía un tiempo, Z. había dejado la vida musical sin que se conociera la causa de su retiro.

“Ya desde el primer momento de nuestro encuentro acertó, con el instinto propio de los músicos, en dar con un tono que me infundió la tranquilidad de estar hablando con una persona plenamente consciente de su destino y dispuesta a afrontarlo sin rebelión alguna, y nada me autorizaba a compadecerlo”.

Los “extraños sucesos” que he mencionado son, brevemente, la llegada de una pareja de cincuentones, cargada inusualmente de maletas, a los que el hostelero les destina la mejor habitación del hotel. Ella parece enferma. Sólo uno de los dos sale de su encierro, para escuchar las noticias de la radio, que sólo habla de bombardeos y muerte. Nunca dejan la habitación sola; y no hablan con los demás huéspedes. Tampoco bajan al salón comedor y siempre comen en la habitación. “Saltaba a la vista que algo les preocupaba y deprimía, tal vez el destino del mundo en general, tal vez algún secreto del mundo suyo particular. Se sentaban junto a la radio como si, cohibidos, esperaran noticias sobre alguna cuestión que sólo ellos conocían”.
Como el clima ha estado lluvioso y la neblina y el extremado frío no permiten que los huéspedes caminen por la montaña, todos permanecen en la sala, cerca de la chimenea. Todos los huéspedes se reúnen en el salón, menos la pareja de cincuentones. En algún momento aparece Z. y le dice al hostelero:

–Venga conmigo.

Y como el otro, sorprendido, no se mueve, Z. añade en tono quedo pero enérgico:

–Uno de ellos aún está con vida.

Se habían suicidado.

Todos los huéspedes suben en fila india las escaleras, detrás de Z. y el hostelero. Mientras sube, el narrador piensa: “tuve que volver a admitir que la materia prima de mi oficio, la palabra, no es un elemento tan imprescindible de la comunicación humana como a veces suponen los escritores cegados por el orgullo; en momentos críticos, la gente capta la esencia con muy pocas palabras o incluso sin ninguna”.
Curiosamente, después de estos sucesos, el tiempo cambia. Desaparece la neblina, cesa la lluvia y sale el sol. Los huéspedes salen a caminar por los senderos del bosque. Unos cazadores que no habían podido salir de cacería, ahora pueden hacerlo.
“En la montaña reinaba el silencio. El paisaje irradiaba la paz del claro de luna, de la nieve y los oscuros abetos. No sentía frío; tras los largos días de inactividad, las sensaciones puras circulaban reconfortantes por mi corriente sanguínea, como un sorbo de champán. ¿La realidad?, pensé. Pues así es la realidad. Aquel día la había visto en el hotel. Era banal y asombrosa, al mismo tiempo un folletín, una crónica policial y el giro de un relato, como cuando a la reina le sale barba y la bota da un paso de siete leguas. Escritor, a ver si aprendes a ser humilde, profundamente humilde, me dije. No sabes nada sobre los hombres, y tampoco sobre las fuerzas que los mueven y animan a vivir o morir. No sabes nada sobre el amor…”

En una de sus caminatas por el bosque, el narrador tiene una conversación más íntima y extensa con Z. Éste le cuenta que a raíz de una enfermedad que padeció a comienzos de la guerra dos dedos de su mano derecha quedaron paralizados. Y su carrera musical ha terminado.

Como es lo natural, el escritor quiere conocer más detalles del caso. Z. le dice que tiene un manuscrito de la época en que estuvo enfermo y hospitalizado en Florencia y que algún día se lo enviará.

Tiempo después, el narrador se entera por la prensa de que Z. ha muerto. La embajada de Suiza le hace llegar un manuscrito, diciéndole escuetamente que esa es la herencia que le ha dejado el pianista.

Curiosamente, el manuscrito no tiene ni comienzo ni fin. Tampoco viene acompañado de ninguna nota. Parece arrancado de un texto más extenso. ¡Pero qué manuscrito, Dios mío!

Resumiendo un poco, Z. nos cuenta lo siguiente. En plena Segunda Guerra es invitado a Florencia a dar un concierto. Antes de la ceremonia, en horas de la tarde, siente un desgarramiento interno que le produce fuertes dolores y le anuncia que algo grave está próximo a sucederle a su cuerpo. De momento, es sólo un presagio. Después de su actuación, lo hospitalizan. Pasa cuatro largos meses entre la vida y la muerte, padeciendo intensos dolores. Sólo la morfina logra mitigar sus dolores.

En sus momentos de lucidez, le viene el recuerdo de E., su amante, una mujer encantadora y culta, de la que ha estado muy enamorado. Es la esposa de un embajador famoso. Pero ese amor no ha podido materializarse porque E. es frígida. Inclusive, en sus conversaciones con el médico, éste le insinúa que ese amor sin esperanzas puede ser la causa de sus males. Porque muchas veces lo que nos enferma es la forma como vivimos.

Una noche, en medio del delirio que le produce la morfina, Z. escucha una voz femenina que le dice al oído: “no quiero que te mueras”. No es E. Es una de las tres monjas que lo cuidan. Esas palabras obran como un antídoto más fuerte que todos los que le han dado los médicos. Y en poco tiempo Z. recupera su salud.

En mi opinión, lo que hace el libro tan emocionante y tan bello son los diálogos, ya sea entre Z. y sus médicos y entre Z. y el narrador.

lunes, 9 de agosto de 2010

Un adios a Uribe

Así como no han de faltar los colombianos que a estas alturas de la vida estarán dolidos con la terminación del Gobierno del doctor Uribe, otros estamos tan contentos con la noticia que no hemos hecho más que encontrarle cualidades a Juan Manuel Santos, su predecesor.

Para colmo de males, no fueron cuatro sino ocho los años de su Gobierno; en su apego a la ley, el doctor Uribe encontró la manera de cambiar la Constitución a su favor, y extender su mandato. Y si no hubiera sido porque la Corte Suprema de Justicia se opone, se hubiera eternizado en el cargo, al igual que Chávez en Venezuela.

Hombre de grandes habilidades mediáticas, del cual se dice que sólo la cercanía de una cámara de televisión puede ponerle la piel de gallina, dejó a la mayoría del pueblo colombiano convencida de que es un trabajador incansable. Las palabras de Faulkner, “trabajar, trabajar y trabajar”, las quiso presentar como si fueran suyas. Y es cierto que trabajó, trabajó y trabajó, pero en la idea de crearse una imagen de redentor de este pueblo, al que no redimió de nada: nos deja en peores condiciones que cuando empezó su mandato en el año 2002. Hoy tenemos más pobres que en aquellos días. Y los que eran ricos, hoy lo son más, gracias a sus infames subsidios.

En su afán militarista, emprendió una cruzada contra la guerrilla de las FARC, a bala y no más que bala, dejando de lado cualquier posibilidad de diálogo. Y logró matarles cabecillas importantes y desmovilizar a miles de sus miembros; muchos de ellos hace tiempos estaban esperando la oportunidad para retirarse de un grupo que no va para ninguna parte; un grupo que hoy nos avergüenza ante la humanidad con sus secuestros de doce años y más.

Ese es su gran logro. Claro que las condiciones que hacen posible la supervivencia de grupos así siguen iguales, y las FARC hoy deben estar rearmándose y preparándose para seguir su inocua actividad. ¿Y por qué inocua? Porque son unos cadáveres políticos. Ellos tampoco tienen una propuesta para que salga adelante este pueblo colombiano.

lunes, 28 de junio de 2010

Filosofía y Política

Ahora que perdimos las elecciones y que tenemos por delante otros cuatro u ocho años más de un Gobierno por el que no votamos, no nos queda más remedio que dedicarnos a pensar qué pudimos haber hecho tan mal, porque hubo un momento en que nuestro triunfo parecía claro.

Pero con sus declaraciones tan contradictorias el candidato Mockus echó a perder todo lo que había avanzado. Comentando el caso con un familiar mayor que yo, me dijo: “no todos servimos para desempeñar cualquier oficio”. No todos podemos ser pilotos de avión, por ejemplo. Y en este caso concreto es difícil que un filósofo pueda competir con un político. En una discusión filosófica se puede decir: “no lo sé; lo voy a investigar”. Pero en política no se puede decir lo mismo. Siempre hay que saber; y si no se sabe hay que decir alguna cosa, aunque sea una mentira.

De repente hasta es probable que sea cierto lo que dijo la derecha por esos días: “El pueblo colombiano no está maduro para tener un presidente como Mockus”. Pero cabe la pregunta: ¿entonces, para qué está preparado este pueblo hoy en día?

martes, 15 de junio de 2010

Sergey Karjakin gana el torneo Karpov Poikovsky

En esta semana que acaba de terminar se jugó en Rusia un torneo como homenaje a Anatoly Karpov, 12° campeón mundial de ajedrez. Se trataba de un torneo a vuelta sencilla, en el que se jugaron 11 rondas. En la tabla final se pueden ver los nombres de los participantes, su nacionalidad, posición, elo y puntaje obtenido.

1. Karjakin Sergey RUS 2739 7.0/11
2. Bologan Viktor MDA 2668 7.0/11
3. Jakovenko Dmitry RUS 2725 6.5/11
4. Vitiugov Nikita RUS 2707 6.5/11
5. Riazantsev Alexander RUS 2674 6.0/11
6. Onischuk Alexander USA 2699 5.5/11
7. Sutovsky Emil ISR 2661 5.0/11
8. Jobava Baadur GEO 2715 5.0/11
9. Sokolov Ivan BIH 2654 5.0/11
10.Naiditsch Arkadij GER 2686 4.5/11
11. Rublevsky Sergei RUS 2704 4.0/11
12. Motylev Alexander RUS 2704 4.0/11

En la partida que vamos a comentar, a pesar de haber ocurrido un cambio de damas en la jugada octava; cambio que generalmente conduce a empates, vemos un activo juego de piezas y una situación difícil y aguda durante todo el tiempo.

Karjakin, Sergey (2739) - Naiditsch, Arkadij (2686) [C67]

International Anatoly Karpov Poikovsky, RUSIA (2.3), 03.06.2010

La apertura que se juega en la partida es la Ruy López, que se caracteriza, entre otras cosas, por ser la que más tiempo le permite al primer jugador conservar la iniciativa. En esta partida el joven Karjakin la conserva hasta el final.

1.e4 e5 2.Cf3 Cc6 3.Ab5 Cf6 4.0–0 Cxe4

En otras variantes se juega primero 4…Ae7, y se amenaza tomar el peón “e4”.

5.d4 Cd6 6.Axc6 dxc6 7.dxe5 Cf5 8.Dxd8+ Rxd8 9.Cc3 Ce7

Amenaza Af5, que restringiría el juego blanco.

10.Ce4 h6 11.Td1+ Re8 12.Cd4 Cg6 13.f4 Ch4 14.b3 Ag4 15.Te1 c5 16.Cb5 Rd7 17.c4 Rc6 18.Rf2 Ae7 19.h3 Ad7 20.g4 h5

Con un juego tan restringido como el que tienen las negras, esta es una buena opción.

21.f5 hxg4 22.hxg4 Cxf5?

Es difícil saber cuál era la intención del negro con este sacrificio. Lo que no es difícil es ver el resultado tan inocuo que tuvo. Además el caballo en esa esquina, tan mal ubicado, tenía un futuro muy incierto.

23.gxf5 Th2+ 24.Rg1 Tah8 25.Cg3 T2h3 26.Af4 a6 27.Ca7+ Rb6 28.e6 Ad6 29.Axd6 cxd6 30.exd7 Txg3+ 31.Rf2 Tgh3 32.Te8



A partir de este momento el único plan del blanco es poner su rey a salvo de jaques. Con lo cual la partida puede considerarse ganada.

32…Th2+ 33.Re1 Th1+ 34.Rd2 T8h2+ 35.Rc3 Th3+ 36.Rb2 1–0

domingo, 13 de junio de 2010

El triunfo de Juan Manuel Santos.

Una de las cosas que más nos duelen del triunfo de Juan Manuel Santos en la primera vuelta de las pasadas elecciones es que las votaciones más altas las haya conseguido entre los sectores más pobres de la población. Probablemente con razón se ha dicho que esos votos fueron conseguidos con la ayuda del programa Familias en Acción; programa mediante el cual el Gobierno subsidia a 2’500.000 familias pobres.

Dicho programa, lejos de mejorar la condición de estas gentes, se ha constituido en una verdadera máquina para producir votos. Este es el programa ideal para hacerle creer a la gente que se está haciendo mucho por ellos, sin hacer nada que los saque de esa condición.

A los partidarios de Mockus nos duele haber perdido tan estrepitosamente y habernos hecho tantas ilusiones con nuestro candidato. El deseo de salir de estos ocho nefastos años de la tan cacareada Seguridad Democrática nos hizo creer que era posible otro Gobierno, dirigido por otras personas diferentes a las que hemos visto durante toda la vida rotándose los puestos y arreglando los contratos.

Tal vez nuestro deseo de ver otro país diferente nos llevó a depositar todas las esperanzas en Mockus. Pero éste, hay que decirlo, no lo hizo bien. Todo el tiempo estuvo inseguro, dubitativo; y en los pocos momentos en que estuvo seguro se equivocó.

Pero ha quedado abierta la puerta para que al menos esta sea la oportunidad de que nazca un movimiento de largo plazo, que empiece desde ahora a crear las condiciones para que algún día podamos vivir en un país donde haya oportunidades para todos.

viernes, 28 de mayo de 2010

Se avecinan las elecciones

Ya hemos hablado de lo importante que sería para los colombianos una renovación política total. Un cambio profundo en el manejo del poder ejecutivo, cosa que decidiremos en las elecciones del 30 de mayo. Los ocho años que están próximos a terminar nos dejan una amarga lección de cómo no deben hacerse las cosas. Me explico:

1.Cómo no debe manejarse una entidad como el DAS, cuyas funciones principales fueron la difamación de la Corte Suprema de Justicia y el espionaje a la oposición;

2.Cómo la pacificación del país no puede ser un problema exclusivamente militar, sin atacar las condiciones que hacen posible que aquí todavía puedan existir guerrillas;

3.Cómo los recursos del Estado no son para regalárselos a los ricos;

4.Cómo un fenómeno de carnicería social, como el paramilitarismo, no se puede acabar con cuentos como la llamada “Ley de Justicia y Paz”;

5.Cómo no hacerse el de la vista gorda con los millones de desplazados que tiene Colombia.

Para terminar, unos favores que le pedimos a Mockus, en el caso hipotético de que gane y no le arrebaten el poder.

1.Profesor, no salga en televisión a toda hora, ni se esfuerce por demostrarnos que trabaja mucho. Solamente dedíquese a trabajar, que hay mucha cosa para hacer.

2.Cuando se dirija a nosotros, los colombianos, una o dos veces al mes, argumente. No hable con rabia, como lo hace a diario el actual mandatario.

3.No esté armando peleas con los países vecinos o con los otros poderes.

4.Descarte de entrada una re-elección. Con cuatro años bien trabajados son suficientes para hacer una labor durable.

5.No prometa mucha cosa, para que no nos desilusione muy rápido.

6.En sus discursos, no nos hable de “la patria”; simplemente diríjase a la nación colombiana.

martes, 18 de mayo de 2010

A la hora de votar

A los colombianos:

Aunque nuestro candidato Antanas Mockus viene dando unas declaraciones algo desafinadas sobre el Polo Democrático o sobre sus propias creencias religiosas, un día, por ejemplo, es ateo y al otro es creyente, no debemos perder las esperanzas de que él y su equipo encarnan las esperanzas de un mejor país. Un país, no una patria, como le encanta decir al presidente saliente; los colombianos no tenemos patria, como la tuvieron los griegos de la antigüedad. Los cuatro millones que viven esparcidos por el mundo, en busca de alguna oportunidad que no tuvieron aquí, o los diez que viven en condiciones miserables, que no han podido irse, no deben tener muchos vínculos afectivos que los amarren con esta tierra, donde todo está diseñado y ejecutado para beneficio de unas minorías corruptas, dueños de la tierra, de los medios y de la gran industria.

El otro candidato (con opciones, porque para fortuna de nosotros en esta oportunidad hemos tenido magníficos candidatos) promete seguir por el mismo camino de Uribe, un camino tortuoso, que parece haberle dado muchos réditos políticos a aquél, pero que no logró mejorar en un ápice nuestra situación. Que tuvo la oportunidad de mejorarlo todo, pero se limitó a fingir que estaba haciendo mucho. Ofrecer más de lo mismo, después de todo lo que hemos visto, no parece ser una propuesta interesante. Pero bien adobada con propaganda negra parece que puede tener acogida. Y de hecho ya se está viendo el resultado en las encuestas, sino es que éstas también están hechas para desinformar.

No perdamos esta oportunidad única de tener un equipo de Gobierno integrado por gente decente y capaz, que no va a pagar favores con contratos ni a llenar las vacantes con recomendados. Ni a cambiar la Constitución a su amaño. Démosles un adiós a los caciques electorales, que en las pasadas elecciones de marzo nos dieron una demostración de todas las trampas que son capaces de hacer. ¡Ensayemos algo nuevo!

domingo, 16 de mayo de 2010

Campeonato mundial 2010

Antes de examinar la partida, es bueno que el lector sepa que el match estaba pactado a 12 partidas y que hasta la undécima el encuentro estaba igualado. Y que de haber persistido el empate, habría que desempatar a partidas rápidas, una modalidad en la cual Anand es uno de los mejores del mundo.

Topalov, Veselin (2805) - Anand, Viswanathan (2787) [D56]
Encuentro número 12 por el campeonato mundial 2010.


1.d4 d5 2.c4 e6

En 1927, en el encuentro por el título mundial entre Capablanca y Alekine, en Buenos Aires, esta apertura se jugó por lo menos 30 veces.

3.Cf3 Cf6 4.Cc3 Ae7 5.Ag5. (También es jugable 5.Af4) 5...h6 6.Ah4 0-0 7.e3 Ce4
Esta es la conocida Defensa Lasker.

8. Axe7 Dxe7 9.Tc1 c6 10.Ae2. (Se juega más frecuentemente A3d) 10...Cxc3 11.Txc3 dxc4 12.Axc4 Cd7 13.0-0 b6. 14. Ad3 c5 15. Ae4 Tb8 16. Dc2 Cf6! 17. dxc5 Cxe4 18.Dxe4 bxc5



Aunque las negras tengan el peón débil en c5, van a demostrar que su posición es mejor.

19.Dc2. (Un movimiento ambicioso)19…Ab7 20.Cd2.

El alfil negro es mejor que el caballo blanco.

(Si 20.Txc5?! Axf3 21.gxf3 Txb2)

20...Tfd8 21.f3.

Esto debilita un poco, especialmente teniendo en cuenta que más adelante las blancas también iban a jugar g3. En todo caso, las blancas tienen que contrarrestar la acción del alfil negro, con lo cual el movimiento se justifica. Si 21.Txc5??, 21…TxC!, gana.

21...Aa6

Como las blancas están bloqueando la diagonal h1-a8, el alfil va a otra diagonal.

22.Tf2.

Algunos eran partidarios de 22. Tc1

22...Td7

Amenaza doblar torres en la columna “d”.

23.g3.

Debilita el enroque, pero las blancas necesitan espacio para su rey. “Aquí –dice el GM holandés Anish Giri- me di cuenta de que no era Anand, sino más bien Topalov, el que podría estar en apuros”.

23...Tbd8 24.Rg2 Ad3 25.Dc1 Aa6! 26.Ta3 Ab7!

Ahora que el peón c5 ya no está en peligro, Anand vuelve a colocar el alfil en su posición adecuada. Ahora el alfil también le está mirando al rey blanco, que aún lo va a pasar mal en esta partida.

27.Cb3. (27.e4 puede ser respondido por 27...f5! 28. Dc2 g5!) 27...Tc7 28.Ca5 Aa8!
29.Cc4. 29...e5!

30.e4.

Habría sido posible realizar otro tipo de movimiento, pero entonces las negras podrían jugar e4-f4, asegurando la casilla d3 para la torre o realizando algún otro movimiento útil.

30...f5!



31.exf5? Esto ya es demasiado atrevimiento. 31. Cd2! era el movimiento correcto.

31...e4! 32.fxe4?? Empeora la situación. No hace falta ni siquiera calcular mucho para ver que obviamente es muy peligroso exponer al rey de esta manera.

32...Dxe4+. Topalov ya no tiene escapatoria.

33.Rh3 Td4 34.Ce3

34...De8! Amenaza mate en “h5”. Es probable que Topalov no haya visto este movimiento.

35.g4 h5! No hay esperanzas para las blancas. Todas las piezas negras están preparadas para el ataque.

36.Rh4 g5+!? 37.fxg6 (toma al paso) Dxg6 38.Df1 Txg4+ 39.Rh3

39...Te7! Anand juega la solución más bonita de todas. El movimiento 39...Rh7 para evitar los jaques, también sería ganador.

40. Tf8+ Rg7

41. Cf5+. (No se puede 41.TxA por 41...Txe3+! 42.Txe3 Th4+!! 43.Rxh4 Dg4#.

41...Rh7! No toma la torre, naturalmente

42. Tg3 Txg3+ 43.hxg3 Dg4+ 44.Rh2 Te2+ 45.Rg1 Tg2+ 46.Dxg2 Axg2
47.Rxg2.

(47.Tf7+ Rg6! 48.Tg7+ Rxf5 49.Txg4 hxg4! 50.Rxg2 Re4 51.Rf2 Rd3 y el final de torres es desesperado)

47...De2+ 48.Rh3 c4! 49. a4 a5 50.Tf6 Rg8!

¡Zugzwang!

51. Ch6+ Rg7 52.Tb6 De4. (52...Df3 también serviría para ganar53.Rh4 De4+! 54. Rxh5 Dd5+)

53. Rh2 Rh7! ¡Más zugzwang!

54. Td6 De5 55.Cf7 Dxb2+ 56.Rh3 Dg7!

¡Un juego impecable por parte de Anand! 0-1

sábado, 15 de mayo de 2010

Campeonato mundial de ajedrez 2010

Viswanathan Anand ha quedado campeón mundial de ajedrez, en Bulgaria.
Este Campeonato fue organizado por la FIDE. En el año 2007, Anand ganó el título unificado en el Campeonato mundial de Méjico 2007. Pero sólo fue considerado campeón mundial en el año 2008, cuando se enfrentó a Vladimir Kramnik, y lo derrotó en Bonn, enfrentamiento que fue considerado como el Campeonato mundial del 2008.
La bolsa de premios de dos millones de euros ha sido la más alta que hemos visto en toda la historia del ajedrez; la única excepción fue la del match revancha de Fischer contra Spassky, en Yugoslavia.

No sabemos por cuál motivo se pactó un encuentro a 12 partidas, un número que parece bajo, si se tiene en cuenta que muchas veces este tipo de encuentros se ha pactado a 24. Con algunas excepciones, como Karpov-Timann, en año 1993, jugado a 12 partidas; Kasparov-Kramnik, año 2000, 15 partidas; Topalov-Kramnik, año 2006, 12 partidas, Lasker-Steinitz, 1896, 17 partidas.

Curiosamente, también, en este encuentro sólo se jugaron aperturas de dama, con excepción de la undécima, cuando la apertura escogida fue la inglesa. Era como si los jugadores quisieran tomarse la lección sobre la defensa eslava. De las 12 partidas jugadas, 8 fueron tablas. A la altura de la undécima partida el encuentro estaba empatado.

Quién sabe cuántos factores influirán a la hora de decidirse un encuentro. Muchas veces son los nervios los que suelen favorecer a un jugador. Otras, la preparación. No sabemos en qué condición sicológica se encontraba cada jugador. Pero de lo que si estamos seguros es de que estaban excelentemente preparados; en especial Topalov, que lo demostró ampliamente en febrero de este mismo año, cuando ganó el súper torneo de Linares.

A propósito de nervios, dijo Anand en la rueda de prensa, después de ganar: "Véselin es un luchador excepcional. De modo que esta mañana me he levantado con una mezcla de sensaciones opuestas. Podía ser el día más feliz de mi vida, o el más triste, o un simple aperitivo para el desempate de partidas rápidas del jueves. Lo que ha pasado es que mi rival no ha aguantado la tensión nerviosa en la última partida de un duelo agotador".

En el día de mañana comentaremos la última partida de este encuentro.

viernes, 30 de abril de 2010

Estanislao Zuleta (final)

A las amenazas de que fue víctima en la Universidad del Valle, no les prestó atención, inicialmente. Fueron sus amigos los que tuvieron que convencerlo de que era conveniente tomar medidas. El sociólogo Álvaro Camacho le consiguió una ayuda de 200 mil pesos con una fundación alemana que le encomendó escribir un ensayo sobre la violencia en Colombia. Primero estuvo en una casa de campo, cerca a Villa de Leiva, completamente aislado de todo. Para comprar cigarrillos tenía que caminar dos horas. Dos meses después, considerando inconveniente este aislamiento, Yolanda le ayudó a trasladarse a Villeta, donde su familia tenía una casa de campo. Allí terminó su estudio sobre la violencia.

Como ya he dicho más arriba, no se conoció el origen de las amenazas. En la época en que se hicieron no se podía perder tiempo, tratando de establecer si la amenaza era real o no. Los asesinatos de Abad Gómez y otros profesores de la Universidad de Antioquia no dejaban dudas. Según lo que este suscrito ha podido establecer, estas amenazas no fueron obra del ejército ni del narcotráfico, como inicialmente creímos. Prosperaron y nacieron en la misma Universidad. Probablemente no buscaban matarlo sino desterrarlo. Y lo lograron… ¡por un año!

De Villeta pasó al hotel Continental en Bogotá, donde consideró que podía estar mejor y también seguro, puesto que las amenazas permanecían vigentes. Allí vivió unos ocho o nueve meses. Trabajó en la Consejería de los Derechos Humanos con el historiador Álvaro Tirado. Y entre las muchas actividades que desarrolló contaba de varias conferencias que tuvo que dictarles a militares y congresistas, un público bastante diferente al que estaba habituado él. De los congresistas, recordaba la extraña suspicacia con que lo miraba todo el tiempo el senador Hernando Durán Dussán.

En el hotel tuve oportunidad de visitarlo dos veces. En la primera estaba de “racha”. Mi visita coincidió con la de Gustavo González, nuestro querido y antiguo compañero de Ruptura, al que ya he mencionado en estas páginas. En su habitación, terriblemente desordenada, nos bebimos tres o cuatro botellas de ron “tres esquinas”. Comentamos de todo, menos de las tales amenazas, a las que por lo visto no les prestaba mucha atención. Nos mostró una fotografía de una mujer joven y hermosa de la que dijo estar muy enamorado. Este fue el mismo día en que hablamos de Netochka Nesvanova, de Dostoievski. Un mes más tarde volví a visitarlo. Me lo encontré almorzando en la cafetería del hotel, en el primer piso. Impecablemente vestido, con corbata y camisa blanca, mientras almorzaba leía un texto en francés. Como se trataba de una de esas épocas productivas en que no era muy jovial que digamos, después de una media hora de conversación me despedí con alguna disculpa; algo adolorido, puesto que había hecho un viaje de varias horas sólo para saludarlo.

Un tiempo después volví a verlo en Cali, cuando se terminó el año de licencia que le dio la Universidad. Estuvo viviendo unos días en la casa de Pepe, su hijo, y luego tomó en arriendo un apartamento al sur de la ciudad, donde tuve oportunidad de visitarlo muchas veces.

Con el mismo ánimo con que preparaba y dictaba sus cursos siempre, reinició labores en la Universidad del Valle. Simultáneamente hacía un estudio sobre los municipios del Valle, para Las Naciones Unidas. Por ambos conceptos recibía una suma de dinero bastante apreciable, parte de la cual se la enviaba a su hija Yolanda, a Italia. Y fuera de esto le ayudaba a Fernando, otro hijo, a pagar su tratamiento sicoanalítico. Vivía holgadamente y era muy generoso con los amigos que le visitábamos.

Para ese estudio que realizó para la ONU tuvo que estudiar las medidas económicas de los últimos 20 años, y decía que todas eran simples mandatos del FMI, que es el verdadero jefe de estos pobres países. A su vez, del Frente Nacional, decía que era un sistema que había favorecido la toma del país por el narcotráfico. Que en un país como el nuestro, donde no existe espacio para la oposición, el partido gobernante (el bipartidismo, en nuestro lamentable caso) no tenía fiscalización. Esa corrupción es visible a todos los niveles, pero especialmente en el campo político donde un líder ya no se mide por el alcance de sus ideas sino por los votos.

A diferencia del resto de su vida, en el último año tuvo televisor y betamax. Aunque sólo veía sus noticieros, que son lo único que puede verse de nuestra lamentable televisión. Después del último noticiero veía alguna película en el betamax. De la radio no oía sino la programación de la emisora Carvajal, que según él era lo único que se podía oír. Del resto de nuestra radiodifusión decía que le parecía peor que la televisión, “que no es un mal punto de comparación”, para emplear sus propias palabras.

En ése su último año pude observar en él una cierta plenitud, una cierta satisfacción con lo vivido. Ya no anhelaba sino diligenciar su jubilación –a la cual ya tenía derecho- y volver a Antioquia a comprar alguna casa de campo en el Oriente, para tener toda clase de animales domésticos y dedicarse con toda la calma del caso a leer y a escribir.

Ciertamente, la vida se acaba. Pero en el caso de este amigo inolvidable su muerte se nos hace más dolorosa por lo temprana, por las posibilidades que quedaron truncas. Sin embargo él estaba listo para todo. Unos pocos días antes de su muerte me dijo: “compañero, yo ya cumplí los 55 años, que no es un mal punto. A esta edad ya no es posible aplazar nada”. Y luego, refiriéndose a alguno de mis proyectos me dijo señalándome con el índice: “si tienes alguna cosa que decir sobre Antioquia, dila ya. ¡No aplaces! ¡No a-pla-ces! No esperes a tener las cosas más claras para ahí si poder empezar. El tiempo pasa, compañero y la vida se va”.

Todavía hoy me parece estar oyendo estas palabras tan cruelmente ciertas. En aras de una pretendida claridad despilfarramos ingenuamente nuestro mayor tesoro, el tiempo.

Había, si, un cierto vacío en su vida: y era que por haberse divorciado de los 50 veía difícil “organizar” –como dicen- su vida con otra mujer. Pero en otros momentos decía: “un filósofo casado es una contradicción en los términos”. Pero estas consideraciones no significaban ni mucho menos que ante una mujer bonita dejara de sentir taquicardia y hasta dificultad para respirar. Había, por ejemplo, una peluquera vecina que le hacía exclamar: “hombre, ¿Qué se podrá echar uno en el pelo para que le crezca más rápido?” Otro día lo acompañé a comprar un maletín. Y mientras la empleada que nos había atendido, un poco fea, se metió a la bodega a buscarlo, apareció una muy bonita y nos preguntó: “¿ya los atendieron?” A lo cual le contestó aquél, socarronamente compungido: “si, por desgracia”.

Después de una racha de alcohol que tuvo en el 89, a mediados del mes de marzo, dejó de beber por completo durante el resto del año. En ese tiempo volvió al golpe de café, estudio, gimnasia y una información total de los acontecimientos del país y del mundo; especialmente de todos los hechos que había desencadenado la Perestroika en La Unión Soviética y Europa oriental.

El 27 de enero de 1990 fui a visitarlo a su apartamento, en compañía de mi nueva mujer. Era un sábado por la noche. Al rato de estar hablando de diferentes cosas, dijo él:

-Tomémonos una botella de whisky, que yo ya puedo beber.

Queriendo decir que por tomarse unas copas no iba a iniciar una racha, como le había sucedido tantas veces. Entonces fuimos a un centro comercial cercano y nos aperamos de una. Estábamos tomándonos el primero cuando apareció Fernando Mejía, otro antiguo compañero de Ruptura, por esos días muy dedicado a la ecología. Algo parlanchín, ese día Fernando empezó a hablar de la restauración de la cuenca del río Pance, en la cual venía trabajando desde hacía un tiempo. El tema le dio pie a Estanislao para exponer sus ideas sobre la ecología. Cuando se puso de moda la ecología, hará unos 25 años, Estanislao la relacionaba con un fantasma ligado a la integridad de la madre (la tierra); y más que una ciencia, le parecía un síntoma. Pero con el tiempo, cuando se empezaron a conocer distintas líneas, unas simples y otras serias, él aceptó que en verdad se trataba de un nuevo frente de lucha, que merecía todo el interés. Pues bien, en aquella noche, a propósito de la ecología, habló de lo importante que es la supervivencia de las especies.

-Todas las especies actuales merecen vivir –decía.

Acto seguido habló de los enigmas de la cucaracha, una de las especies más antiguas que menos ha evolucionado en la historia y que tiene la extraña propiedad de ser inmune a la radioactividad. Después habló de la pulga, cuya capacidad de saltar hasta 140 veces su propia estatura no puede ser explicada por contracciones musculares corrientes. Algo así como si nosotros pudiéramos saltar por encima de la catedral de Manizales. Después habló de los cuervos, una especie extrañamente cosmopolita, que según demostró Lorenz en muchos experimentos es altamente inteligente porque no es especializada, al igual que el hombre.

A eso de las doce de la noche se nos acabó la botella, y eso que veníamos mezclándola con mucha agua y mucha parla.

-¿Qué hacemos?- preguntó alguno de nosotros, que en esas circunstancias significa: ¿compramos la otra?

Pero previendo que otra ya no sería conveniente fue el propio Estanislao el que dijo:

-Vámonos a dormir, mejor.

Pero ya el gusano del alcohol lo había picado. Unos pocos días después volví y lo encontré tirado en la cama. Estaba tan deprimido, que me dolió verlo. La prensa de varios días estaba tirada en el suelo, doblada, sin muestras de haber sido ojeada. Los noticieros de televisión se le pasaron desadvertidos. La comida estaba servida en la mesa intacta.

-Compañero, siquiera vino –Me dijo en un tono quejumbroso, que solía usar cuando estaba bebido y se sentía solo-. Deme la mano.

Al día siguiente, por la mañana, lo vi de un ánimo ligeramente mejor. En un pocillo grande bebía aguardiente con hielo (“en las rocas”, como dicen); un hábito relativamente nuevo en él, que siempre había sido aficionado al ron. Nuevamente estaba tirado en la cama, sin demostrar mayor entusiasmo por nada. Buscando algún tema de conversación, le pregunté por Pepe, al que hacía varios días yo no veía. Y me contestó en el mismo tono quejumbroso de la víspera:

-No ha vuelto, compañero; seguramente se murió alguna de mis tías, y no sabe cómo darme la noticia.

Y se le aguaron los ojos.

De sus tías no le oí hablar más que en ese último año. En general, hablaba poco de su familia y por eso me extrañó que se la aguaran los ojos por una tía. Es probable que esa fuera una disculpa y que el motivo de su tristeza fuera otro que no podía confesar. Se me ocurre pensar que no era ninguna tía, sino Yolanda, su ex mujer, a la que seguía extrañando, de la que se había separado de cuerpo pero no de espíritu.

Con bastante pesadumbre me vi obligado a dejarlo solo en ese estado de postración en que estaba. Y llegué a pensar que podría morirse…

Esto sucedía un miércoles.

El sábado se murió de un infarto fulminante, una muerte que él siempre había temido.

Mirándolo en el ataúd, pude ver que enfrentó la muerte con el mismo rostro grave con que le veíamos en sus conferencias tratando los temas más profundos.

¡Oh grande y generoso amigo, qué cruel es entender que te ausentaste para siempre!

Terminemos con unas palabras de Lorenz que le gustaban a Estanislao y que se ajustan a nuestro doloroso caso colombiano.

“Pienso que en nuestros días los seres humanos de las grandes ciudades, que viven sin contacto suficiente con las bellezas de la naturaleza o del arte, sufren gravemente esta privación. Esto es tanto más serio cuanto que el sentido de la ética y la estética, de lo bello y lo bueno, son, en el fondo, una única y misma cosa. ¿Qué espectáculo ha de entusiasmar al infeliz habitante de la ciudad que ha crecido en los suburbios de una inmensa urbe sin haberse acercado nunca a la belleza y a la armonía, bajo cualquiera de sus formas, y cuyo entorno está hecho de patios sombríos, estaciones de servicio, depósitos de basura y cementerios de coches? Naturalmente el dinero será para él la única cosa a la que le atribuirá valor”. (Prólogo a la enciclopedia Salvat de la fauna)

Buga, abril 26 de 1991.

martes, 13 de abril de 2010

Nepomniachtchi, I (2656) - Ivanov, A (2481)

Como ya lo hemos dicho en otras ocasiones, una de los temas que esta página atiende es el ajedrez, probablemente uno de los juegos que más ha concitado, junto con las cartas, el interés de esta humanidad. En este caso vamos a comentar una partida jugada recientemente en el campeonato nacional ruso de equipos de ajedrez. Por lo que hemos podido enterarnos a través de Internet, este campeonato se jugó en tres grupos diferentes: premier (10 equipos), higher (8 equipos) y femenino (7 equipos). Cada equipo contaba con 6 jugadores.
(1) Nepomniachtchi, I (2656) - Ivanov, A (2481) [B07] 17. Rusia tch 2010 Premier League Dagomys RUS (1.11), 01.04.2010
1.e4 d6 2.d4 Cf6 3.Cc3 c6
Esta línea no es muy usual. Seguramente, el jugador Ivanov la tenía preparada para sorprender a sus rivales más fuertes. Pero después de ver el desarrollo de la partida, es lícito pensar y decir que el sorprendido ha debido ser el mismo Ivanov. Veamos:
4.f4 Da5 5.e5 Ce4 6.Ad3 Cxc3 7.Dd2 d5
Como el caballo negro no tiene escapatoria, el blanco se toma la molestia de traer el caballo de rey y retomar con él.
8.Ce2 c5 9.Cxc3 e6 10.dxc5 Dxc5 11.a3 Ad7 12.b4 Db6 13.Ab2 Cc6 14.Ca4 Dc7 15.0–0 Ca5
Una jugada interesante. Tiene la virtud de despejar un poco el juego negro.
16.bxa5 Axa4 17.f5 0–0–0
El enroque corto, en esta posición, no es muy recomendable. Las blancas tienen un par del alfiles muy peligrosos que apuntan en esa dirección. Pero lo anterior no quiere decir que, en estas circunstancias, el enroque largo sea muy seguro.
18.Rh1 Ac5 19.a6 b6 20.Df4 Dd7 21.Ad4 Ac6 22.a4 Rb8 23.a5 Axd4 24.Dxd4 bxa5 25.Txa5
Como resultado de estas acciones, se ha abierto la columna “b”.
25...Ra8 26.Tc5 Tb8 27.h3
Es mejor tener una salida en caso de emergencia.
27…Tb6 28.Dg4 g6 29.fxe6 fxe6 30.Tf6 Te8 31.Df4 De7 32.Df2 Dc7 33.Tf7 Tb1+ 34.Rh2 Dxe5+ 35.g3


35…d4?
Con la esperanza de que las blancas, halagadas con la oferta, tomen la dama negra y reciban mate en “h1”. Pero...
36.Txc6 1–0

Estanislao Zuleta (VII)

He de confesar a estas alturas que mi entereza en ser amigo de Estanislao se debía más a lo literario que a lo político. Y sin temor a equivocarme me atrevo a afirmar que la literatura era también su gran pasión. A su vez, de las literaturas, si se puede usar la expresión ‘las’, la que amaba por encima de todas era la rusa. No sólo por el amor que tuvo por Dostoievski, su primera pasión, cuando era apenas un muchacho, sino por las características tan especiales que tiene esta literatura; que es popular, en el sentido de que ha tenido un público numeroso, adentro y afuera de su país. Una literatura que tuvo un Pushkin, un gran escritor popular que inspiró a todos los grandes que vinieron después. Una literatura con audiencia. Tolstoi, por ejemplo, fundó un movimiento.

Curiosamente, a uno de los últimos escritores que conoció fue a Pushkin. Comentándolo, decía: ¡qué prosa! Después de leerlo, ya uno se explica un Tolstoi, un Dostoievski, un Gogol.

Pero su gran amor era, pues, Dostoievski. Tenía un gran conocimiento de su obra. Un día, por tantearlo, le comenté algo de Netochka Nesvanova, una novela no muy conocida de Dostoievski, que Estanislao no había vuelto a leer desde hacía muchos años. Inmediatamente empezó a hablar de cada uno de los personajes y de la composición de la obra (que comienza de una manera sublime para terminar ramplonamente rosa), con un lujo de detalles que no había captado yo en dos lecturas recientes. Junto con las llamadas las cinco grandes novelas de Dostoievski, apreciaba mucho “Memorias del subsuelo”.
De los personajes de Tolstoi decía que aunque muchos de ellos eran condes o príncipes, vivían los mismos dramas que los estudiantes, las prostitutas o cualquiera de esos parias dostoievskianos. Mirando las fotografías de Tolstoi anciano, decía: “su figura parece la de un personaje del antiguo testamento”. Admiraba la extraordinaria vitalidad de este hombre que a los 60 años tenía que salir a galope por la estepa para mitigar los ardores de su cuerpo, que no le daban reposo; su temperamento fogoso, que a los 82 años le hizo escapar de su casa; su inaudita capacidad de trabajo, que le permitió sacar varias versiones de La guerra y la paz; su inmensa pasión por las mujeres, que se descubre fácilmente en las descripciones de Natacha Rostova, Ana Karenina, la princesa Bolkonski, etc. Además de sus grandes novelas, apreciaba mucho La muerte de Iván Ilich, obra a la que le dedicó unas lecturas comentadas en el Centro Sicoanalítico.
De Gogol, apreciaba mucho su cuento El Capote, “del cual venimos todos los escritores rusos”, según decía Dostoievski. Para mostrar la importancia de Gogol dentro de la literatura rusa, contaba con mucha emoción aquel pasaje de la vida de Dostoievski en el que Bielinsky, después de leer el manuscrito de Pobres gentes, exclama emocionado: “¡nos ha nacido un Gogol!” Según Estanislao, El Capote marca un hito en la literatura universal, puesto que por primera vez el personaje principal de una obra no es un héroe sino un pobre y oscuro personaje de oficina. En El Inspector insistía en que la mordacidad de Gogol no se debía entender como una crítica a la descomposición del Estado ruso de comienzos del siglo XIX, sino como una crítica a esa posición ante la vida que es el burocratismo, que todavía hoy se fue padeciendo y que es un tema inquietantemente actual y cercano a nuestras vidas.

A Chejov lo tenía entre los grandes. Sus cuentos los leyó y los releyó infinitas veces. Que recuerde, apreciaba mucho La sala número seis, La dama del perrito y Los campesinos. Recuerdo que alguno de nuestros compañeros en Medellín dijo en una ocasión que algún crítico consideraba a Chejov como un impresionista de la literatura, cosa que a Estanislao le molestó de una manera especial, puesto que –decía- esa comparación con la pintura no explicaba nada de la obra de Chejov. De su estilo, le impresionaba ese dejo de melancolía que está presente en todas sus páginas.

La primera vez que leyó Archipiélago Gulag, en Medellín, lo descartó rápidamente por derechista; más tarde en Cali dijo despectivamente que el sueño de Solzhenitsin era la restauración del zarismo. Y en el último año lo encarecía como un escritor de la talla de Tolstoi y Dostoievski. Decía que el Archipiélago no es una novela, pero en sus páginas se ve el vuelo de novelista que tiene el tipo.

No tengo muy presente su opinión sobre Gorki. Pero a este escritor le tocó defender el régimen, haciéndose el de la vista gorda con todos los desmanes, sus campos de concentración, purgas y demás. De Shólojov decía que escribía literatura estatal.
Con la llegada de la Perestroika, saludó la aparición en nuestro medio de Anatoly Rivakov y Vasily Grossman, de quienes decía que eran la prueba de que la tradición de la gran novela rusa que creíamos muerta por la revolución había sobrevivido a esa prueba.

De la literatura norteamericana resaltaba esa constante de la destrucción de sus mejores exponentes por el alcohol. Mencionemos en primer lugar a Poe. De él destacaba varios aspectos. Por ser éste un amante de la belleza clásica, su estilo es bastante depurado; en su temática, que es muy variada, sobresale siempre el amor por lo difícil, por todo lo que exija talento y elaboración. Auguste Dupin, uno de sus personajes, es un investigador nato; investigar es su único oficio. Y lo que más motiva su interés es lo que los demás ya descartaron por difícil, como en “Los crímenes de la calle Morgue” o “El misterio de Marie Roget”. Este último le gustaba mucho a Estanislao, en él se había basado para dictar un curso de lógica en la Universidad Libre de Bogotá.

A diferencia de la de Poe, la obra de Melville no ha llegado completa a nosotros. Ya en su vida había caído en el anonimato. Sus últimas obras no las entendieron sus contemporáneos. Su vida misma es bastante misteriosa: un amante de los viajes y las aventuras que termina los últimos 30 años de su vida encerrado en una oficina de aduanas. A pesar de todo, contamos con dos de sus mejores obras en traducciones excelentes: Moby Dick, en la traducción de José María Valverde, y Bartleby, el escribiente, en la traducción de Jorge Luis Borges. Creo que estas dos eran las obras de Melville que más le gustaban a Estanislao. Moby Dick se las recomendaba a sus hijos. Y es que esta obra extraña, tan bellamente escrita, llena de símbolos y alegorías, nos relata una aventura que tiene que ver con los fundamentos de nuestra existencia: la lucha por desprendernos de la madre, que es la lucha de Ahab contra la ballena blanca.

Aquí debo hablar de Faulkner, aunque confieso que jamás he podido leer completa una obra suya. Estanislao apreciaba a Luz de agosto como una de las joyas de la literatura universal. Un domingo, seguramente por casualidad, el diario El Tiempo publicó una de las últimas entrevistas que concedió Faulkner y El Espectador una a Gabriel García Márquez. Después de leer las dos entrevistas, nos dijo Estanislao:

-Vea la maldad que le hicieron a este hombre (García Márquez), dice que aprecia mucho a Faulkner, pero no a esos acartonados de Thomas Mann y Herman Hesse. Y en la otra entrevista dice Faulkner que los autores que más han influido en su obra son precisamente esos dos, ¡esos acartonados!
Nunca le escuché mayores comentarios sobre Hemingway ni sobre John Dos Passos, pero conocía la obra completa de ellos.

A Truman Capote, hombre del jet-set, homosexual y alcohólico, le reconocía talento, aunque su novela A Sangre Fría le parecía reaccionaria, porque hace aparecer a los asesinos como un par de “rayos caídos de un cielo sereno”, como decía Marx, y no como un producto de la descomposición de la sociedad norteamericana.

No creo equivocarme si digo que de la literatura francesa el autor que más apreciaba era Flaubert, y de éste la obra Madame Bovary. De algunos diálogos decía que eran el trabajo de un joyero, por la cantidad de pequeños detalles que una lectura desprevenida no capta.

Mencionemos también a Proust. No sé si alguna vez hizo una disertación sobre En Busca Del Tiempo Perdido, pero lo que sí puedo asegurar es que conocía esa obra al dedillo.

A propósito de esos extraños concursos literarios que hacen nuestras universidades, en los que se premia un proyecto de novela, decía que si Proust se hubiera presentado con su proyecto de En Busca Del Tiempo Perdido no habría tenido éxito, porque con sólo decir que en las primeras cien páginas un personaje iba a recordar las angustias que vivía por la noche, antes de dormirse, era suficiente para descartarlo.

Nunca pude saber qué tanto conocía Estanislao la obra de Balzac, en parte porque yo mismo no he sido muy conocedor de su obra. Pero si recuerdo que en Medellín le regaló a su hija Silvia los quince tomos de La Comedia Humana, en la traducción de Aurelio Garzón Del Camino, que él recomendaba como la mejor traducción de Balzac al castellano. Contaba que Eugenia Grandet había sido traducida al ruso por Dostoievski, y que era tan buena o mejor que la original en francés.

Pasemos a Kafka. Si Dostoievski fue el amor de su juventud, Kafka fue el de su madurez. El tipo recitaba párrafos enteros de La Metamorfosis, El Castillo y La Carta Al Padre. Y es que Kafka logró producir una obra bella y extraña a un mismo tiempo. A propósito de La Metamorfosis, nunca quise preguntarle a Estanislao cuál era su interpretación de esta obra, a sabiendas de que él tenía alguna. No lo hice porque quería encontrar por mi propia cuenta una explicación a la posición de este narrador que después de tener convertido en cucaracha al primer personaje sigue su narración más preocupado por la vida cotidiana de la familia que por la situación de este pobre ciudadano, que en su nueva condición es un muerto en vida.

Otro que estaba a esa misma altura en sus afectos, era Thomas Mann. Conocía con todo lujo de detalles su vida y su obra. Tenía tan en alto José y sus hermanos, que una vez le oí decir que todavía no había lectores para esa obra. De La montaña mágica decía que había cambiado su vida.

Pasemos a Borges, con el cual era un poco injusto. Le criticaba, por ejemplo, porque un bilingüe de su talla ha debido traducirnos a Shakespeare. También le molestaban sobremanera los “creo” tan frecuentes en sus relatos. Cito algunos ejemplos: “fue entonces, creo, cuando estuvieron a punto de irse a las manos…” (El otro duelo); “estaba, creo, algo nervioso…” (Guayaquil); “los individuos de la tribu no pasan, creo, de setecientos…” (El informe de Brodie). Los consideraba una intromisión innecesaria del narrador en la narración. Miraba con cierto desdén el desprecio de Borges por García Lorca, de quien llegó a afirmar que era famoso solamente porque lo habían fusilado.

“En realidad –decía Estanislao-, son dos poesías muy diferentes: la de Borges es poesía pensada; la de García Lorca, espontánea, sentida. Pero ambos son buenos, en su género”. Pero todas estas consideraciones no significaban ni mucho menos que no pudiera gozar con esa prosa maravillosa de Borges en La historia universal de la infamia, especialmente con La viuda Chin, pirata u otros como Emma Zunz, La señora mayor (uno de los cuentos más bellos que este suscrito ha leído) o El Informe de Brodie.

De Shakespeare decía que es un caso único. Que se trata de un hombre sin altibajos; que tanto su poesía como su prosa se sostienen al nivel más alto. Y tenía un aprecio especial por Enrique IV.
Al mencionar el recurso de muchos autores de hacerles sufrir a sus personajes una suerte de la que ellos querían escapar, dijo en el homenaje a Thomas Mann: “…de la misma manera que Cervantes, ya a los 50 años, después de una vida fracasada, encarcelado, sin haber logrado ningún gran éxito, en lugar de oponerse a la muerte silenciosa por medio de una locura, arroja fuera de sí a la locura y la pone a pasear por el mundo como Don Quijote”. Ese era uno de sus temas preferidos, la escritura como redención. Se dolía de lo poco que se lee El Quijote en nuestro medio, “cuando –decía- hombres como Marx aprendieron castellano sólo para tener el gusto de leer este libro en su idioma original”. Él mismo lo leía sólo por el placer de escuchar la música de esta prosa; aquel discurso a los cabreros que comienza: “dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron el nombre de dorados…”, lo consideraba uno de los pasajes más hermosos del libro y lo recitaba de memoria.
Otro escritor que mencionaba mucho por su talento y por la calidad de su obra era Hermann Brock; un escritor tardío, que se vio obligado durante años a gerenciar una fábrica de textiles, heredada de su padre.
Entre los poetas que más estimaba se pueden citar Holderling, García Lorca y Baudelaire. Y entre los nuestros León de Greiff, que fue como un padre para él. Recuerdo que siempre que hablaba de la épica decía: “León de Greiff es épico en El relato de Ramón Antigua”. De Porfirio Barba Jacob decía que era extrañamente bueno, pero con muchos altibajos; que a veces dejaba traslucir el montañero que era y otras producía versos de la talla de Goethe, como en la Parábola del retorno, cuando dice:

“El agua de la acequia, alma de linfa pura
No pasa alegre y gárrula cantando su cantar
La acequia se ha borrado bajo la fronda oscura
Y el chorro blanco y fulgido ni riela ni murmura”.
En cuanto al “tuerto” López, puede decirse sin temor a equivocaciones que Estanislao fue una de las personas que más contribuyó a la difusión y al conocimiento de su obra poética. Por el año 1985 conocimos una tesis de grado sobre el poeta, escrita entre Margarita Fonnegra y Estanislao.

Temeroso de caer en el nacionalismo, se iba al extremo opuesto. La música colombiana era música “colombiosa”, en la que el “chingui, chirringui, chingui” era el único tema. De los narradores apreciaba a Carrasquilla y a Efe Gómez. No creo que haya conocido a nuestros narradores nuevos. Al menos nunca le oí algún comentario sobre alguno de ellos. Se alegró porque García Márquez recibió el premio Nobel, pero decía que su literatura era para turistas, y que cualquier colombiano se reconoce más fácilmente en un personaje de Dostoievski, enredado en toda clase de dramas, que en un Mauricio Babilonia, rodeado de mariposas.