lunes, 17 de septiembre de 2012

Conversaciones de paz


Los partidarios de la paz estamos moderadamente contentos con las últimas noticias del presidente Santos; pero al mismo tiempo confundidos con la reacción de los enemigos de la paz, que no son pocos. Apenas se estaba poniendo el tema sobre el tapete cuando empezaron los destemplados trinos del ex presidente Uribe, diciendo que el gobierno de Santos prefería el diálogo con los terroristas al diálogo con sus ciudadanos.

Después de cincuenta años de guerra, lo que los ciudadanos anhelamos es que se le ponga fin para siempre a este conflicto que se libra “entre los hijos de los pobres”, como dijo el reportero francés Langlois. A lo cual le agregaría yo: para beneficio de unos cuantos ricos.
Este conflicto les ha servido a los políticos para adjudicarle todos los problemas a la guerrilla. Según ellos, los colombianos somos unas palomitas; los malos los de las Farc. Tanto ha calado esto que las autoridades muchas veces no se toman la molestia de investigar qué pasó; sino que simplemente todo lo malo que nos sucede es obra de las Farc.

Cuando este conflicto esté solucionado, podremos enfrentar nuestros verdaderos problemas. Una corrupción galopante, recrudecida durante el gobierno de Uribe, que en su afán de reelegirse no vaciló en cambiar votos por notarías. Una justicia politizada, ineficiente y corrupta; además de torpe y terca, como se vio en el reciente caso del ex diputado Sigifredo López. A todo lo cual se agrega un mal manejo de nuestros recursos mineros y ambientales, poca educación y un pésimo y preocupante manejo de la salud. Más una distribución injusta e inequitativa de la riqueza, que según algunos es una de las principales causas del conflicto.

El argumento de los enemigos de la paz es que las condiciones no están dadas. Pero no se toman la molestia de explicarnos cuáles deben ser esas condiciones. Las dos partes están de acuerdo en empezar conversaciones de paz, primera condición de todo diálogo. Otros se preguntan qué se puede hablar con gente dedicada al terror. Bueno, se trata precisamente de acabar con el terror.

Los uribistas dicen que hay que preguntarles a las guerrillas cuándo van a dejar de cometer crímenes. Claro que ellos no se tomaron el cuidado de preguntarles lo mismo a los paramilitares, que en sólo diez años de actividad (1990-2000) tienen en su cuenta no menos de ciento cincuenta mil asesinatos, según datos oficiales.

Será un proceso difícil. Algunos comentaristas ya se han anticipado a decir que los miembros del equipo que va a representar al gobierno en las negociaciones no son los más idóneos. En verdad, de la persona que muchos han sospechado es del general Mora, un militar de ultraderecha, retirado, por fortuna, que mientras fue activo tuvo muchos problemas con los ministros de la defensa y hasta con los mismos presidentes. Para Mora, sólo hay una salida: la bala. Pero sí aceptó estar ahí es porque cree que tiene algo que decir. Amanecerá y veremos…