sábado, 28 de enero de 2012

"Los negocios del señor Julio César", de Bertold Brecht



Del narrador sabemos que es ciudadano romano y que ha publicado una obra sobre Solón. Este hombre se ha embarcado en la tarea de acopiar información para escribir la biografía de su héroe, el gran Julio César, cuando apenas han transcurrido veinte años después de su muerte en el Senado, a manos de Bruto y Casio. Viene de lejos, acompañado de su esclavo Sempronio, a visitar al banquero Mummio Spicer.

El banquero tiene en su poder un documento escrito por Rarus, personaje del que sólo se nos dice que fue esclavo y secretario de Julio César, su acompañante de siempre, que además llevó un diario donde registra los acontecimientos más importantes de la vida al lado de aquél, en esos primeros años cuando el fundador del Imperio estaba abriéndose camino; cuando ya había ocupado los cargos de cuestor y edil.

Spicer que trató a César hasta el día de su muerte cuenta que “la gente humilde se deslumbraba ante las deudas de César, cuya magnitud se decía que alcanzaba cifras fantásticas”, en especial entre panaderos y modistos.

—Por lo que recuerdo —cuenta Spicer— en esa época César no hacía absolutamente nada. En su vida había habido un intento de dedicarse a una profesión y de ganar algún dinero. Había sostenido en el Foro dos acusaciones contra altos funcionarios del Senado, por encargo de los clubes democráticos. Eran procesos por concusión y otros abusos de autoridad en las provincias.

“La City pagaba muy bien a los abogados jóvenes de las familias patricias por esos procesos. Era la vieja lucha de la City contra el Senado. Desde tiempos remotos trescientas familias se repartían los cargos importantes dentro y fuera de Roma. El Senado era su bolsa. Allí se decidía quién se sentaría en la banca del Senado, quién en la silla curul, quién en la montura del corcel de guerra y quién permanecería en los latifundios. Eran grandes terratenientes, trataban a los restantes ciudadanos romanos como a su servidumbre y a su servidumbre como a la canalla. A los comerciantes los consideraban ladrones y a los pobladores de las provincias conquistadas, enemigos…”

La City en Colombia no debe estar compuesta ni siquiera por trescientas familias, debidamente apoderadas de los contratos del Estado y haciendo que el Senado legisle a su favor.

Como buen banquero, Spicer se hace pagar doce mil sestercios [en algún pasaje nos dice que un buen artesano ganaba tres sestercios al día] por las memorias de Rarus. Además dice que sin sus comentarios el texto tendría poco valor. Entonces empieza una larga perorata en donde nos muestra las relaciones del comercio con la política, en el caso romano; inclusive, nos da otra versión del famoso secuestro de que fue víctima el joven César por cuenta de unos piratas asiáticos, cerca de la isla de Farmacusa, cuando trataba a los piratas con tanta displicencia que hasta llegaba a ordenarles que guardaran silencio cada vez que él se tendía a dormir. Según la historia oficial —dice Spicer— César iba embarcado para Rodas con el propósito de estudiar elocuencia. Pero el motivo del viaje era otro: el contrabando de esclavos, uno de los negocios más lucrativos de la época, al cual no era ajeno César, que además de ambicioso era un hombre de mucha iniciativa.

La larga intervención del banquero, a la que Brecht le dedica no menos de veinte páginas, deja en nuestro hombre un cierto desencanto al escuchar los pasajes en que su héroe no se comporta de manera muy heroica, sino como un hábil abogado. “Lo poco que había comentado acerca del fundador el Imperio, uno de los más grandes hombres de la historia universal, tendía a pintarlo como un retoño particularmente degenerado de una vieja familia”, piensa nuestro hombre con cierta pesadumbre.

En uno de sus pasajes de su diario, Rarus cuenta que el cargo de pontífice “nos costó ochocientos cincuenta mil sestercios y hasta ahora sólo hemos recuperado la mitad”. Probablemente, una de las intenciones de Brecht era mostrar que la corrupción es tan antigua como la humanidad misma y que la Roma republicana era tan apegada a las leyes solo en apariencia. Puesto que no faltan los pasajes donde nos muestra a los honorables senadores, por ejemplo a Cicerón, como a unos vulgares mercachifles, similares a los actuales senadores colombianos, de los cuales la mitad se encuentran en la cárcel, acusados de participar y colaborar con el movimiento paramilitar, responsable de la muerte de más de ciento cincuenta mil compatriotas.

Curiosamente, el diario de Rarus sólo nos da cuenta de los acontecimientos de la vida del joven César y poco nos dice de la campaña de las Galias ni de los sucesos posteriores de su vida, que probablemente fueron los que lo hicieron grande. Da la impresión de que la intención de Brecht fuera la de opacar la figura de su “biografiado”, y de paso mostrar que dos mil años de historia es poco lo que han logrado cambiar las faz de esta humanidad; que la antigua Roma estaba tan plagada de los vicios y malas costumbres que hoy detestamos en nuestra moderna y corrupta sociedad.