Este blog seguirá defendiendo a capa y espada las
negociaciones de paz que se están llevando a cabo en La Habana. Pienso que esa
es una de las tareas más ambiciosas y benéficas (Dios nos libre de usar el
adefesio beneficiosas, tan de moda
hoy en día) que se ha propuesto el gobierno de Santos.
Si se logra negociar la paz, este país podrá empezar a
pensar en su futuro. A establecer una agenda diferente a la guerra. Podremos dedicar
nuestros gastos militares a la educación de nuestro pueblo ignorante, a crear
más fuentes de empleo y a modernizar nuestra infraestructura. Incluso, a
limpiar la corrupción que nos ha hecho tanto daño. Porque entre otras cosas,
como a la existencia de la guerrilla se le adjudican todos nuestros males,
muchas cosas pasan de agache. En este sentido, para los corruptos es
conveniente que el problema de la guerrilla no tenga remedio.
En esta ocasión, como anota el periodista León
Valencia, las negociaciones no tienen enemigos
agazapados, como decía Otto Morales en la época de Betancur. Los enemigos,
a la cabeza de los señores Álvaro Uribe y Fernando Londoño, están abiertamente y
frontalmente opuestos al proceso con toda clase de argumentos falaces.
El señor Uribe también intentó acercamientos con la
guerrilla, durante sus ocho años de gobierno. Pero no llegó a ninguna parte.
Entre otras cosas, porque él también quiere la paz (¡ni que fuera bruto!), pero
sin concesiones ni reformas de ninguna clase; como si el fenómeno de la guerrilla
no tuviera un origen en los problemas del agro. Su propuesta es simplemente dejar
todo igual, pero que los guerrilleros se rindan y depongan las armas. Es decir,
bala para otros cuarenta años. Bala y contratos.
Curiosamente, la llamada opinión pública nunca había
estado tan apática ante un acontecimiento tan importante. La idea de que el
proceso se desarrolle en medio de las balas también les ha dado mucha munición
a los críticos. Claro que si hubiera habido una tregua habrían salido a decir
que el gobierno estaba amarrando a la fuerza pública. Cada soldado muerto es un
soldado asesinado; los guerrilleros caídos, en cambio, son simplemente dados de
baja; cada operativo de la guerrilla es un nuevo acto terrorista. En cambio todas
las acciones del gobierno son legítimas.
A este clima enrarecido contribuyen curiosamente las
partes más interesadas. De una parte, el presidente continuamente está diciendo
que se puede retirar de la mesa en cualquier momento, como si le fuera
indiferente negociar. Ningún ministro defiende el proceso; el de la defensa en declaración
sale con la misma cantinela: que los guerrilleros mienten, que son cobardes y
terroristas. De la otra parte, los voceros la guerrilla, cada que tienen un
micrófono al frente, salen a decir necedades que los medios ventilan a los
cuatro vientos.
Sin embargo, parece que en la mesa de conversaciones
hay avances. Están a punto de terminar la discusión del tema del agro, el primero
de los cinco puntos que se van a tratar.