miércoles, 1 de mayo de 2013

Más sobre la paz


Dice el periodista Darío Acevedo, en el diario El Espectador del 21 de abril, en su artículo “De Santa Fé de Ralito a La Habana:
“Sus jefes [de las AUC], como ahora los de las guerrillas, pensaron que podían aspirar a hacer política, a obtener el perdón total y a no ir a la cárcel. Esto último estuvo en la mesa de diálogo, unos acuerdos iniciales fueron debatidos ampliamente por todos los sectores de opinión”.
Esto de equiparar a la guerrilla con las AUC es común hoy en día entre algunos periodistas. Las Farc no salieron a masacrar campesinos ni a descuartizar a la gente con moto-sierras. El objetivo de las AUC era acabar con la guerrilla, según decían. Pero lo que realmente hicieron fue una contra reforma agraria. De la mano de sus socios terratenientes produjeron el mayor desplazamiento campesino que se conozca hoy en el mundo. Esto es simplemente un crimen, nunca política.
“A pesar de que los jefes paramilitares pretendieron salir a hacer política no les fue permitido y [eso] es lo que se debe resaltar. De por medio estaba el honor y la dignidad de sus miles y miles de víctimas. No entendería el pueblo colombiano que hoy se insista en otorgarles a criminales de guerra y responsables de delitos de lesa humanidad elegibilidad o altos cargos públicos”.
Sería bueno que el señor periodista nos explicara por qué las Farc son criminales de guerra. Aceptemos que lo que ha habido en este país es un conflicto. ¿Cuáles son los crímenes de guerra de la guerrilla? ¿Y cuáles los de lesa humanidad? Lo que sucedió en Bojayá, por ejemplo, ocurrió en medio de un combate, librado por desgracia en medio de un poblado chocoano. Al verse perdidos, los paramilitares se resguardaron en la iglesia, en medio de la gente, y allí les cayó el ataque de los conocidos cilindros de gas, con los dolorosos resultados que sabemos.  
Mientras el Fiscal General se deslengua abogando por [la] total impunidad para jefes guerrilleros, el ex Alto Comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, que logró la desmovilización de miles de paramilitares, tiene a sus espaldas una infame orden internacional de captura. Es una lástima que gente que compartió responsabilidades con él guarden silencio. Con amigos así...”
Es cierto, es doloroso ver cómo lo han dejado solo. Claro que no está por demás recordarle al periodista que la orden de captura contra Luis Carlos Restrepo no es infame, como dice, sino plenamente justificada. ¿Cómo le pareció la desmovilización del frente Cacica, La Gaitana, con fusiles de madera y guerrilleros de pelo largo? Y hay otra cosa a la que no se le ha prestado suficiente atención: a finales del gobierno de Pastrana había dieciséis mil paramilitares, pero el gobierno de Uribe desmovilizó treinta y dos mil.  
“En conclusión, lo que muchos criticamos de este proceso no es que sea imperfecto o que se haya iniciado una negociación sino que se haya comenzado sin la voluntad expresa de dejación de armas y cese de acciones violentas por parte de las guerrillas”.
Esta es una verdad a medias. Las guerrillas si propusieron un cese al fuego, fue el gobierno el que dijo que no. En cuanto a la dejación de armas, no tengo preciso cuál sea la propuesta de la guerrilla. Pienso que es una medida prudente, no sea que se desarmen y sus enemigos los masacren. ¿Ya se nos olvidó la masacre de la Unión Patriótica?
“Se espera que haya algo de cárcel, que no se les dé elegibilidad política, que reconozcan a las víctimas, contribuyan a la verdad, reparen y pidan perdón. Lo mismo que se les aplicó a los grupos paramilitares y sin falta: dejación y entrega de armas”.
Los paramilitares se querían entregar, con un acuerdo que les perdonara toda la brutalidad que habían ejercido contra el pueblo colombiano. Las Farc han iniciado un acercamiento, tanteando una negociación. Son dos situaciones diferentes. Una brutalidad como la que habían ejercido las AUC no tenía justificación. No olvidemos que HH ha confesado siete mil quinientos asesinatos, y según él mismo llegan a doce mil, muchos de ellos con el acompañamiento del general Rito Alejo del Río.


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