jueves, 31 de marzo de 2011

El crimen del padre Amaro (7)

A su llegada a la casa de la playa, doña María de Assunçao había recibido la visita de un joven pariente suyo, llamado Agostinho; iba a cursar quinto año de Derecho en la Universidad de Lisboa. Era un muchacho delgado, de bigote castaño, que recitaba versos y sabía tocar la guitarra. En A Vieira era famoso entre los hombres “porque sabía conversar con las señoras”.

Desde los primeros días Amelia se dio cuenta de que los ojos de Agostinho se fijaban constantemente en ella. Ella se turbaba mucho y se ponía muy colorada. Pero el asunto no le disgustaba.

—Esto te viene muy bien —le dijo en voz baja, rezagándose un poco, doña María de Assunçao a la Sanjoaneira.

—¿A mí?

Entonces doña María le explica que el muchacho es un partidazo y que, por lo que ella ha observado, se desvive por Amelia. Éste empieza a visitarlas a diario y le declara su amor a la muchacha, cosa que no le disgusta a ella ni a la suegra.

Hacia finales de octubre empiezan las lluvias, y Agostinho debe recomenzar sus estudios en Lisboa. Se despide muy apesadumbrado de Amelia, con muchos besos y muchos juramentos. Poco después regresan Amelia y su madre a Leiría, muy reconfortadas con las vacaciones que han tomado.

Pasan el invierno sin que el autor nos informe de ninguna novedad. En la primavera la novedad la trae doña María de Assunçao, que les cuenta a Amelia y a su madre que Agostinho se acaba de casar en Lisboa con la hija de un noble muy rico.

En presencia de todos, Amelia rompe a llorar. No podía olvidar los besos y las promesas del ingrato. Pero como el tiempo todo lo puede, cuando ya tiene los veinte años, ella recuerda aquel episodio como “una bobada de niña”. Ahora es una hermosa mujer, dedicada de tiempo completo a los temas religiosos, que las mismas señoras beatas proponen como modelo para las otras muchachas del pueblo.
La que tampoco pierde su tiempo es su madre, que ahora tiene una amistad con el canónigo Dias; amistad que es la comidilla de la gente del pueblo, que de todo se entera.

En ese tiempo un nuevo pretendiente se acerca a la muchacha; se trata de Joao Eduardo, escribiente de una de las oficinas del Estado. Ella no le corresponde, pero tampoco lo rechaza de plano. Tímido, aunque poco creyente, Joao Eduardo conoce de cerca la clase de seres que son los curas de Leiría. Poco entusiasmada con el amor que le promete, ella considera que él a lo sumo podrá ser un buen marido, pero jamás logrará apasionarse por él. Sin embargo es de los mejores partidos del pueblo.

Estas son condiciones es que se encuentra Amelia cuando llega Amaro a vivir al pueblo.

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