domingo, 4 de octubre de 2009

"El match del siglo"

A los amigos del ajedrez, quiero recomendarles el libro “Fischer contra Spassky”, de Svetozar Gligoric.

Dedicado al “match del siglo”, como se denominó el encuentro de 1972 entre un Fischer ansioso de mostrar su calidad y un Spassky temeroso e inseguro de la carga que llevaba a sus espaldas, el libro comienza con una introducción de 12 páginas, en la que refiere los comienzos de la carrera de Fischer.

Según nos cuenta Gligoric, desde muy temprano su amigo asumió con la mayor fe la misión de convertirse en el mejor jugador del mundo. “Fischer ha tomado esta tarea más en serio que cualquier otra persona en la historia del ajedrez. Fue su hermana, que luego se casó y trasladó a California, la que le inició en las reglas del juego. Y desde la edad de los seis años, sólo ha pensado en el ajedrez. Después dejó la escuela, y luego abandonó el piso de su madre en Brooklyn, y más tarde dejó su casa de Los Ángeles y se convirtió en un vagabundo que vive en hoteles y deja atrás su equipaje. Pero no su ajedrez de viaje, hecho en madera. ‘Mire esas piezas, suaves y ligeras. No tienen aristas cortantes. Están maravillosamente talladas. Es el mejor juego que jamás he visto. ¡Tome, palpe este caballo!’”.

No fue fácil llegar a los acuerdos previos para definir una sede. “Fueron elegidas ocho localidades posibles, para ser sometidas a una consideración seria. Entonces llegó el primer movimiento sorprendente. El orden de preferencias soviético se limitaba a cuatro lugares: 1. Reyjiavik; 2. Ámsterdam; 3. Dortmund; 4. Paris.” El representante de Fischer propuso Belgrado y Sarajevo, en Europa, y Buenos Aires y Montreal, en América. Pero los soviéticos estuvieron en desacuerdo. “Aunque Reyjiavik no era una mala elección, (ciento veinticinco mil dólares, en lugar de los ciento cincuenta y dos mil ofrecidos por Belgrado), Fisher, en Nueva York, siguió su sagrada regla de no aceptar, por principio, las sugerencias de su rival. Cuando quedó claro que el desacuerdo tomaba el aspecto de un nudo gordiano, el doctor Euwe lo cortó al estilo de Alejandro Magno, y decidió dividir el encuentro en dos partes: doce partidas jugadas en Belgrado, y el resto, hasta un máximo de doce, en Reyjiavik.” (…) Ni Spassky ni Fischer habían demostrado ninguna consideración especial por los deseos de su rival. Fischer no había ocultado su aspiración de hacer atravesar el océano a su oponente (‘Los rusos juegan peor aquí’), ni Spassky su deseo de jugar muy al norte (‘Islandia me recuerda mucho al clima de mi Leningrado nativo’)”

Mientras las discusiones estaban estancadas, sin ningún avance, Belgrado canceló su oferta.
La poderosa Federación Soviética de Ajedrez amenazó con cancelar el encuentro y propuso uno nuevo entre Spassky y Petrosian. Cuando ya se daba por perdida la posibilidad de que el encuentro se celebrase, Fischer aceptó jugar en Reyjiavik.

La ceremonia de inauguración se celebró el primero de julio, en ausencia de Fisher; éste seguía en Nueva York exigiendo un 30% de los ingresos de las taquillas y de televisión, para ambos jugadores. Al día siguiente debería jugarse la primera partida. Pero Euwe, por aquel entonces presidente de la FIDE, postergó por dos días el comienzo. En este momento un banquero londinense elevó la oferta en 125.000 dólares; lo cual doblaba el premio, que ahora alcanzaba los 250.000 dólares.

Fischer llegó a Islandia el cuatro. Pero antes del sorteo de las piezas, Spassky dijo que Fischer debería pedir excusas por haber violado las reglas con su retraso. Petición que fue cumplida por Fisher, que leyó su carta ante las cámaras de la televisión estadounidense.

Mucho se había especulado antes del encuentro sobre el resultado. La mayoría de los maestros estaban a favor de Fischer. A éste no le preocupaba el “score” desfavorable con su rival. Cuando en alguna ocasión le hicieron observar que jamás había derrotado a Spassky, contestó:

-Tampoco lo había logrado Alekhine y se proclamó Campeón Mundial.

Pero Spassky no era un hueso fácil de roer. Al respecto, dice Gligoric:

“Spassky, observador excepcionalmente inteligente de las personas, es un rival astuto y peligroso. Recordemos, por ejemplo, cómo esperó que Larsen comenzase a jugar negligentemente en su encuentro en Malmoe. En cambio, Fisher, contra el mismo rival, el año pasado en Denver, siguió una línea recta, tratando de jugar mejor en general. Spassky ha derrotado a algunos por pura paciencia (Korchnoi, tras perder la final de los candidatos en 1968, dijo: ‘Spassky me ha enseñado a no empujar los peones demasiado lejos’; derrotó a Geller con ataques de mate, a Tal con un juego agresivo sin contar las pérdidas materiales (que es lo que hace Tal), a Petrosian (el más difícil) mediante una súbita explosión de energía en la última parte del encuentro, cuando Petrosian dejó de porfiar, creyendo que ya iba a ganar la lucha”.

A continuación, a cada partida le hace otra breve introducción, en la que nos cuenta los detalles del momento o de la víspera. Para la primera nos cuenta que la importancia que los diarios le están dando al evento en sus primeras páginas era más importante que a la misma Guerra de Vietnam, que en ese momento se libra en la península de Indochina. En realidad, aquellos eran los tiempos de la llamada ‘Guerra Fría’, que era la manera como la prensa denominaba a la posibilidad siempre abierta de una guerra entre las grandes potencias del momento: Rusia y Estados Unidos. Por dos meses la guerra se libró en el tablero; inclusive Richard Nixon, Presidente en ese momento de los Estados Unidos y Henry Kissinger, Consejero de Estado, tomaron parte activa en ella, animando a su compatriota que estaba tan remiso. En el preámbulo a la segunda partida nos cuenta que Fischer, molesto con las cámaras, dijo: “las cámaras o yo”. Pero esto ya estaba firmado en el contrato. “Las cámaras se quedaron, y también Bobby, pero en la habitación del hotel. Veinticinco minutos antes de la declaración de pérdida por incomparecencia, el señor Fox (el dueño de los derechos de televisión), desesperado, envió un mensaje por teléfono desde la sala de competición diciendo que las cámaras serían retiradas si Fischer aceptaba venir a jugar. Entonces el aspirante pidió también que se retrasase 35 minutos su reloj. Pero hay unas reglas de juego… Fischer perdió por incomparecencia al no presentarse a la primera hora de juego. De hecho no apareció. Permaneció encerrado en su habitación todo el día, con el teléfono desconectado.”

Pero cuando más oscuro de pone es que se aproxima el amanecer. Dos o tres días después comenzó el encuentro, cuyos resultados ya conocemos.

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