sábado, 11 de septiembre de 2010

Releer


En una conferencia que les dictó Thomas Mann a los estudiantes de la Universidad de Princeton (USA) el 10 de mayo de 1939, les dijo:

“¿Qué puedo decir sobre el libro (La Montaña Mágica) y sobre cómo hay que leerlo? Comienzo haciendo una exigencia muy arrogante, a saber, la de leerlo dos veces. Esta exigencia se retirará naturalmente de inmediato en el caso que la primera lectura haya resultado aburrida. El arte no debe ser tarea escolar ni aburrimiento [...], sino que quiere y debe deparar alegría, debe entretener y dar vida, y aquél sobre el cual una obra determinada no ejerza efecto debe dejarla y volcarse en otra. Pero al que haya llegado al final de La montaña mágica le recomiendo leerla de nuevo, porque su forma especial, su carácter en cuanto composición, implica que el placer del lector aumentará y se profundizará en la segunda lectura ~del mismo modo que hay que conocer una pieza de música para poder disfrutarla plenamente.”

Creo que una de las principales causas de que El Quijote sea poco leído en nuestro medio es que en los colegios han obligado a los estudiantes a leerlo. Y el arte está hecho para divertir, como dice Thomas Mann. Entre leer y releer existe, a mi juicio, la diferencia que hay entre la primera y la segunda vez que gozamos del amor de una mujer que nos gusta mucho. La primera vez, el afán de gozar de aquello tan maravilloso que nos ofrecen nos impide entrar en el detalle. En cambio, la segunda vez detallamos y gozamos.

¡Les queda de tarea indagar qué es el detalle!

Y entre otras cosas, ahora se habla de enseñar ajedrez en las escuelas; obligatoriamente, como otra materia cualquiera. No creo que los profesores cansones puedan acabar con el ajedrez, pero sí hacérselo aburridor a los muchachos.

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