lunes, 23 de marzo de 2009

Lo que fuimos y ya no somos

33. Don Antonio Machado en un prólogo nuevo a unas páginas viejas:

“Mi costumbre de no volver nunca sobre lo hecho y de no leer nada de cuanto escribo, una vez dado a la imprenta, ha sido la causa en esta ocasión de no poco embarazo para mí. El presentar un tomo de Páginas Escogidas me obligó no sólo a releer, sino a elegir, lo que supone juzgar. ¡Triste labor! Porque un poeta, aunque desbarre, mientras produce sus rimas está siempre de acuerdo consigo mismo; pero pasados los años, el hombre que juzga su propia obra dista mucho del que la produjo. Y puede ser injusto consigo mismo: si, por amor de padre, con exceso indulgente, también a veces ingrato por olvido, pues la página escrita nunca recuerda todo lo que se ha intentado, sino lo poco que se ha conseguido.

“Si un libro nuestro fuera una sombra de nosotros mismos, sería bastante; porque francamente es mucho menos: la ceniza de un fuego que se ha apagado, y que tal vez no ha de encenderse más. Y en el caso mejor, cuando nuestro libro nos evoca la causa de ayer con la viveza de algunos sueños que actualizan lo pasado, echamos de ver que, entonces, llevábamos a la espalda un copioso haz de flechas que no recordamos haber disparado y que han debido caérsenos por el camino”.

¿Qué será, pues, lo que nos hace sentir incómodos al releer textos que escribimos hace muchos años y que en su momento nos dejaron satisfechos? Lo mismo nos sucede cuando volvemos a ver personas que en otro tiempo estimamos mucho y que dejamos de ver por una larga temporada; curiosamente son encuentros que no nos alegran como debería. ¿Qué es lo que encontramos en unos y en otros? ¿Serán huellas de lo que fuimos y ya no somos? No olvidemos que cuando optamos por algo estamos dejando de lado otras opciones.

Y, si, es conveniente preguntarnos, como don Antonio, ahora que estamos viejos: ¿cuántas flechas dejamos de disparar?

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