viernes, 20 de abril de 2012

En la boca del lobo (II)



Con los mercenarios en Panamá, Jorge seguía esperando la oportunidad para un nuevo ataque. Pero a raíz de la muerte de Galán, el gobierno colombiano tomó una serie de medidas que hicieron que el cártel de Cali desistiera de su idea de matar al capo con la ayuda de los ingleses; una de ellas fue la incautación de la hacienda Nápoles, donde el capo estaba más expuesto. A raíz de estas medidas, el cártel empezó a urdir otros planes y los ingleses regresaron a su tierra.

Todo este tiempo lo había vivido Jorge con su mujer en Bogotá. A raíz del fracaso de la operación contra Escobar, filtrada a los medios por imprudencia de los ingleses, no tuvo más remedio que irse para Cali, donde estaba más seguro. Su idea era permanecer poco tiempo en el cártel, pero el año que llevaba a su servicio lo había aislado de sus negocios y sus proyectos. Entonces no le quedó más remedio que seguir al servicio de aquellos, a pesar de sus dudas. A partir de ese momento se concentró en las comunicaciones del cártel, tema en el que era experto. Además quedó al cuidado de la familia Rodríguez Orejuela, en especial, de las numerosas esposas de Miguel, sus hijos y sus familiares más allegados; un total de ciento cincuenta personas, incluyendo a Cañengo, hermano de Gilberto y Miguel.

Aunque Escobar estaba en la clandestinidad, no dejó de pensar en sus enemigos de Cali. En septiembre del 90 les organizó un operativo en la finca Los Cocos, donde Pacho Herrera tenía una cancha de fútbol con su debida iluminación; allí se organizaban campeonatos semanalmente. Los pistoleros de Escobar dejaron un reguero de diecinueve muertos entre jugadores, amigos y familiares de los capos. Esta masacre estremeció a Jorge, pero lo que le quitó el sueño en las noches siguientes fue la reacción de los capos de Cali, a quienes él había tenido hasta ese momento como enemigos de la violencia. En la investigación del caso, intervinieron no solamente el equipo de seguridad de Mario del Basto sino también la misma policía, que prácticamente estaba al servicio del cártel. La manera como fueron asesinados los participantes en el hecho le hizo comprender a Salcedo que aquello de la caballerosidad de los señores de Cali era cuento. Durante el segundo año Jorge empezó a conocer a los sicarios del cártel, que no eran muchos, pero sí muy eficientes.
Ese año entró al servicio del cártel, como contador, Guillermo Pallomari, un hombre que estaba ansioso de ascender dentro del cártel y participar en el negocio de la droga. Miguel Rodríguez “adoraba los reportes semanales de Pallomari; le encantaba sumergirse en sus datos. Los reportes impecablemente impresos del contador eran el sueño dorado de un gerente tan meticuloso como Miguel”. Las enormes ambiciones de Pallomari pronto lo llevaron a querer meterse en todo, cosa que lo enemistó rápidamente con Salcedo.

La guerra que el Estado colombiano le declaró a Escobar, le dejó libre el camino de la droga al cártel de Cali. Pronto, todas las rutas quedaron en sus manos. Y entre sus posibilidades estaba la de retirarse del negocio el día que capturaran a Escobar. El día llegó. Pero los capos caleños desistieron de su idea. En su lugar, pensaron en un plan para asesinarlo en La Catedral, la finca en donde estaba aparentemente preso, puesto que entraba y salía cuando le provocaba. Esta vez el plan consistía en bombardearlo. Aunque no estuvo de acuerdo con el plan, Salcedo viajó a Centroamérica en busca de aviones y bombas; donde hacía poco habían terminado varias guerras. Los problemas empezaron con la consecución del bombardero. En Miami le ofrecieron uno. Pero por algunos indicios, como la carencia de identificaciones y pólvora y humo en los cañones, Salcedo pensó que le estaban tendiendo una trampa, y escapó para El Salvador. Además el riesgo que estaba corriendo era muy grande, puesto que ninguna legislación permite que un civil sea dueño de un bombardero. Al momento de empacar las bombas en un avión del cártel, sólo cupieron tres de las cuatro que había comprado. La que quedó fue descubierta y los medios dijeron que era para bombardear la cárcel en donde estaba Escobar; que todo era obra de Jorge Salcedo, alias Richard, agente del cártel de Cali.

Salir en los medios como agente del cártel, lo perjudicó notablemente. Ante sus amigos y conocidos y, lo peor, ante el cártel de Medellín. Hasta el momento pocas personas sabían de sus actividades. Lo primero que tuvo que hacer fue cambiarse de casa, puesto que las autoridades lo estaban buscando. Para protegerlo, los capos lo encerraron en una casa amurallada y le dieron un nuevo trabajo monitoreando grabaciones de vigilancia. Sin embargo, al menos ante la justicia, la cosa no pasó a mayores, puesto que el cártel, con apoyo de sus amigos, le echó tierra al asunto.
Un tiempo después Escobar se fugó de La Catedral. Sabiendo que ahora andaba más desprotegido, los señores de Cali ayudaron a crear un grupo armado de justicia privada: los Pepes (perseguidos por Pablo Escobar), los cuales atacaron su patrimonio, su familia y sus amigos. Tan grave fue la situación que la familia de Escobar tuvo que salir del país.

Entretanto, las funciones de Jorge dentro del cártel cambiaron: se convirtió en el jefe de seguridad de Miguel y en su asesor de inteligencia. Miguel le confió su vida a Jorge y su fortuna a Pallomari. A todas estas, con Pablo Escobar escondido y el cártel en su mejor momento económico (la DEA consideraba que el cártel era la mayor empresa criminal de todos los tiempos), empezaron a contemplar la posibilidad de un acuerdo con el gobierno de los Estados Unidos. Los padrinos le pidieron a Jorge que contactara a Joel Rosenthal, un abogado de Miami que les había ayudado en otra ocasión cuando fue apresado en Nueva York un hermano de Chepe Santacruz.
“El FBI envió a Colombia a un agente de nombre Bruce Batch para evaluar las intenciones del cártel. Rosenthal también viajó para hacer las presentaciones y participar en las discusiones. El cártel mandó a Bernardo González, jefe de la División Legal, y a Jorge como traductor”.

En estas conversaciones Jorge fincaba sus esperanzas de un regreso a la vida normal, que tanto ansiaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario