miércoles, 11 de abril de 2012

sobre el conflicto armado colombiano



Pertenezco a la generación de colombianos que no ha tenido oportunidad de conocer a su país en una relativa paz. Vengo oyendo hablar de ella desde que estaba niño, pero por alguna fuerza inexorable cuando se quiere adelantar algo en ese sentido, resultan toda clase de inconvenientes.

Creo que este conflicto se puede resolver mediante el diálogo entre las partes. Cuando escucho los debates en el programa Hora Veinte de Caracol sobre el tema, me quedo perplejo cuando alguno de los panelistas pregunta: “¿Diálogo? ¿Y de qué van a hablar?” Aunque tampoco tengo la respuesta, no concluyo que sea imposible un acuerdo político. Podría argumentar que llevamos cincuenta años intercambiando bala, y no hemos avanzado un ápice. También se puede decir que si su origen es político, se puede resolver mediante el diálogo.

Pero hay fuerzas poderosas, enemigas de cualquier arreglo diferente al de la guerra. Según ellos, entrar en conversaciones implica ponerse en pie de igualdad con los insurgentes, a los que prefieren llamar terroristas. El uso de esa palabra me parece sospechoso. Yo no sabría cómo calificar a un gobierno como el de Estados Unidos, que anda organizando guerras por todas las latitudes, en nombre de la libertad. Pero entre otras cosas, lo importante no es el calificativo sino el pensar cómo vamos a salir del problema.

Vale la pena preguntarse: ¿es la guerrilla el principal problema colombiano? No estoy seguro de que lo sea. Tenemos una corrupción rampante, en la cual el caso de los Nule es apenas la punta del iceberg. Infortunadamente, esta corrupción que nos domina está orquestada por los que están arriba, lo cual nos hace pensar que el remedio no habrá de llegar nunca; o al menos no llegará de parte de los que hoy se benefician del poder. A muchos les conviene estado de cosas. Son los sectores políticos, militares y la élite de las finanzas y la economía, que van del brazo de los corruptos y les conviene que las cosas sigan así.

Creo que un conflicto como éste tiene raíces profundas, a diferencia de lo que piensa la mayoría, que parece creer que todo obedece a la conducta de unos terroristas, que se han propuesto ir en contra de los colombianos buenos.

A propósito de raíces, recuerdo las palabras de Estanislao Zuleta sobre nuestra época de La Violencia política de los años 50. Decía que un fenómeno como ése no ha tenido otro igual en la historia universal. Curiosamente, en este tema del conflicto también somos exclusivos. En el siglo XXI todavía tenemos guerrilleros, cuando han desaparecido de casi toda la faz del planeta. Si entre nosotros han surgido fenómenos como La Violencia política de los años 50, la guerrilla de los años 60, los carteles de la cocaína de los años 80 y el paramilitarismo de los años 90, es porque algo anda mal, hablando en términos estructurales. A propósito del narcotráfico, se preguntaba Estanislao Zuleta, persona que se tomó la molestia de pensar nuestra realidad, cómo diablos Medellín, ciudad lejana de las regiones donde se producía la coca y de los sitios donde se consumía, había llegado a ser la capital mundial de la cocaína. En general, se lo explicaba por el ambiente corrupto que había creado el Frente Nacional. Pero a su vez se preguntaba: ¿qué tal que no hubiéramos tenido una solución como la del el Frente Nacional, en su momento la mejor respuesta al fenómeno de La Violencia?

Algunos dicen que lo mejor que tenemos es la gente. Ojalá fuera así. Esas son frases de políticos. Por desgracia nos ha tocado una época difícil. No soy de los que creen que hay 50 mil colombianos malos y el resto somos unas palomitas. Probablemente todo se deba a que estamos mal organizados como sociedad.

Según las estadísticas, somos el país con mayor desigualdad en el mundo. No sé hasta qué punto eso influya en nuestro diario vivir. Pero el conflicto parece ser esencialmente rural. Ya la misma distribución de la tierra es descaradamente desigual. Según las estadísticas, un 4% es dueño del 90% de las tierras cultivables. Otro aspecto que también ha contribuido a empeorar las cosas es el desempleo, sumado a la falta de oportunidades que existen en el campo. En este sentido, todo desempleado es un guerrillero en potencia; o un paramilitar.

No sé qué porcentaje del PIB nos cueste este conflicto. Debe ser una cifra alta. Ahí está incluido el mantenimiento y la operación de uno de los ejércitos más grandes del mundo, según he oído decir.

A propósito de este conflicto, cabe la pregunta: ¿Por qué no se resuelve? ¿Será que hay sectores a los que no les conviene la paz? Los mismos colombianos del montón no sabemos cómo enfrentar este problema. En 1998, Pastrana ganó las elecciones con la propuesta de dialogar con los insurgentes; en el 2002 las ganó Uribe, con la propuesta contraria: acabarlos a bala.

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