viernes, 27 de abril de 2012

En la boca del lobo (final)

En esas ansias de salvarse y salvar a Pallomari, Jorge establece contacto con Chris Feistl y David Mitchell. Al igual que los gringos, Jorge no confiaba en ningún colombiano. Les dice que les puede entregar a Miguel, y que pone su vida en las manos de ellos. En julio de ese mismo año, un mes después de la captura de Gilberto, los agentes de la DEA, junto con el coronel Barragán, arman un operativo con la ayuda de Salcedo para capturar a Miguel. Se sabe que están en el edificio donde éste se encuentra. Se les pasan diez horas buscando, pero no logran dar con la caleta. Cansados, los hombres de Barragán se dedican a ver un partido de fútbol. Sólo trabajan ansiosamente los agentes de la DEA. En esas llega un director de fiscalías, enviado por los amigos de Miguel, y suspende el operativo. De milagro no encarcela a los gringos. Como resultado de la labor del jefe de fiscalías, todos deben irse del edificio y Miguel Rodríguez queda libre, aunque rodeado de policías por todo lado. Entonces un importante militar se encarga de sacarlo del edificio en la cajuela de su carro. Al otro día Salcedo recibe una fría llamada de su jefe: —¿Dizque estabas muy nervioso? Seguramente Miguel ha recibido quejas de su hijo William; éste tiene a Salcedo en la mira desde que se sospecha que hay un soplón adentro, cercano al señor. Haciendo de tripas corazón, Salcedo le contesta que por supuesto estuvo nervioso, puesto que se trataba de la seguridad de su jefe. Finalmente, un mes después del operativo anterior, los agentes de la DEA y el grupo del coronel Barragán encuentran a Miguel en el barrio Normandía. El nuevo jefe es William, que rápidamente se ha rodeado de los peores bandidos. Lo que antes eran sospechas sobre la conducta de Salcedo ahora es casi una seguridad. De Bogotá vuelve con la orden de matar a Pallomari cuanto antes. Como se sabe, esa orden se la ha dado Miguel a Salcedo desde hace días. Por fortuna para Pallomari pero para desgracia de otros, por esos días los sicarios han estado ocupados y no han tenido tiempo para cumplirla. Al día siguiente, Jorge es llamado de urgencia para que comparezca ante William. En presencia de sus nuevos subalternos, William nombra un nuevo jefe de seguridad y deja a Salcedo prácticamente en la calle. Seguramente lo ha llamado para que los nuevos sicarios lo reconozcan antes de proceder a matarlo. No hay tiempo que perder. Empaca maletas con su familia. Un avión de la DEA los espera en la base aérea Marco Fidel Suárez, para conducirlos a Bogotá y luego a los Estados Unidos. El avión saldrá a las dos. Pero a las doce Salcedo recibe una llamada de Memo Lara, uno de los sicarios estrella del cártel, quien le dice que necesita hablar urgentemente con él. Para darse algún tiempo, Salcedo le dice que lo espera en su casa a las dos, e inmediatamente llama a la DEA para que adelanten el plan. *** Al leer el libro, no puede dejar de llamar la atención, el estado tan lamentable que se vivía en esos días en Colombia; desde el presidente de la República hasta el último policía estaban al servicio del narcotráfico. Salcedo, que durante muchos años había pensado buscar apoyo para zafarse del cártel, no confiaba en ningún colombiano. Al parecer lo mismo les pasaba al gobierno de Clinton y a las agencias antidroga; es más, algunas de estas también estaban infiltradas. La pregunta es: ¿Qué hizo a Colombia tan vulnerable a ese fenómeno, que aún hoy, a pesar de todos los esfuerzos, todavía sigue afectándonos?

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