viernes, 17 de abril de 2009

Detalles de La Montaña Mágica

“Hacía aproximadamente diez días que había llegado cuando contraje, a causa del frío y de la humedad reinantes en el balcón, un catarro de las vías respiratorias superiores. El director, que, como pueden imaginarse, se parece en ciertos detalles externos a mi consejero Behrens, golpeó mi pecho y constató con extraordinaria celeridad cierta amortiguación, como suele denominarse, un punto enfermo en mi pulmón que, de haber sido yo Hans Castorp, tal vez habría dado a mi vida un rumbo enteramente distinto. El médico me aseguró que sería sensato que permaneciera allá arriba durante medio año sometiéndome a una cura y, de haber seguido su consejo, ¿quién sabe?, tal vez ahora seguiría allí. Pero preferí escribir La Montaña Mágica haciendo uso de las impresiones que acumulé durante las breves tres semanas que permanecí allí y que bastaron para darme una idea de los peligros que entraña tal ambiente para los jóvenes ~y la tuberculosis es una enfermedad de jóvenes. El mundo de enfermos que se respiraba allá arriba es de una cerrazón tal y posee la fuerza envolvente que seguramente habrán experimentado ustedes al leer mi novela. Se trata de una especie de sucedáneo de la vida que logra, en poco tiempo, enajenar al joven y alejarlo completamente de la vida real y activa. Todo es, o era, suntuoso allá arriba, también la noción de tiempo.”
Conferencia dictada a los estudiantes de la Universidad de Princeton (USA) el 10 de mayo de 1939.
Thomas Mann no se sometió a ninguna cura, cosa que de seguro le tentó. Se regresó a su casa y se dedicó a escribir ‘La Montaña Mágica’, trabajo que le demandó 7 u 8 años. “Como tantos otros artistas, hizo sufrir a sus personajes el destino del que escapaba escribiendo sus obras; como Goethe que en lugar de suicidarse después de que se hizo inminente el matrimonio de Carlota Kestner escribió ‘Las tribulaciones del joven Werther’ e hizo suicidar a éste” (Estanislao Zuleta).

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