miércoles, 15 de abril de 2009

Soledad y creación

A propósito de la importancia de la soledad para el creador, le dice Rilke al joven poeta Kappus, en su carta séptima:

“No debe dejarse desviar en su soledad porque haya en usted algo que ansíe evadirse de ella. Precisamente este deseo, si usted sabe aprovecharlo con serenidad y dominio, sirviéndose de él como de un instrumento, le ayudará a ensanchar su soledad en dilatado campo. La gente, valiéndose de criterios convencionales, lo tiene todo resuelto, inclinándose siempre hacia lo más fácil, y buscando aún el lado más fácil de lo fácil. Pero está claro que nuestro deber es atenernos a lo que es arduo y difícil. Todo cuanto vive se atiene a ello. Todo en la naturaleza crece y lucha a su manera y constituye por sí mismo algo propio, procurando serlo a toda costa y en contra de todo lo que se le oponga. Poca cosa sabemos. Pero que siempre debemos atenernos a lo difícil es una certeza que nunca nos abandonará. Es bueno estar solo, porque también la soledad resulta difícil. Y el que algo sea difícil debe ser para nosotros un motivo más para hacerlo”.

A propósito de soledades, se cuenta que cuando Marcel Proust se decidió a escribir su obra (En busca del tiempo perdido) se aisló de tal manera que mandó a cerrar las ventanas de la casa con tablas de madera. Ya había observado bastante los salones de Paris y ahora se trataba de recrearlos.

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