viernes, 3 de abril de 2009

Dinámica del ajedrez

Hablando de los estilos ajedrecísticos de Mijaíl Tahl y Boris Spasky, expertos conocedores de aperturas y hábiles finalistas, que tenían la capacidad de complicar las partidas, crear toda clase de amenazas y conducir el ataque por unos caminos por donde sólo una fina intuición, ajena a todo cálculo, los podía guiar, nos dice Bronstein:

“El autor de este libro (‘Ajedrez de torneo. Zúrich, 1953’), durante los veinte años de su carrera ajedrecística ha tenido ocasión de jugar él mismo algunas tensas y agudas partidas, durante las cuales hubo de hacer equilibrio al borde del tablero y piensa que sería erróneo concluir que el ajedrez ha de basarse exclusivamente en el cálculo de variantes. Espero que el curso futuro de la historia del ajedrez desautorice igualmente tales conclusiones y que el nuevo estilo de juego se convierta en uno de los elementos más fructíferos del patrimonio creativo y técnico del arte del ajedrez”.

Indudablemente, como todo aquello en lo que intervenga el arte, hay otro elemento que los dioses no prodigan a diario, que les permite a unos pocos ver en medio de la oscuridad. Claro que hoy en día tenemos máquinas que juegan y pueden calcular millones de jugadas por segundo, y que han dado al traste con nuestros mejores jugadores. Ahí está el caso de ‘Deep blue’, el programa que le arrancó lágrimas a Kasparov, hace ya 12 años, quien después de perder dijo que el aparato era un complot de la IBM contra él.

En resumen, el juego ha cambiado mucho desde que Bronstein dijo aquellas palabras. Pero va a cambiar más desde el momento en que aparecieron los programas de ajedrez.

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