lunes, 11 de mayo de 2009

Cuando el destino dice no

Al referirse a la última campaña del emperador Trajano, dudosa y mal dirigida, que pretendía extender el imperio romano hasta el Asia, nos dice el Adriano de Marguerite Yourcenar:
“En aquel momento no dudaba todavía de la victoria, pero por primera vez lo abrumaba la inmensidad del mundo, la conciencia de su edad y los límites que nos encierran. Gruesas lágrimas rodaban por las arrugadas mejillas del hombre a quien se creía incapaz de llorar. El jefe que había llevado las águilas romanas hasta riberas hasta entonces inexploradas, comprendió que no se embarcaría jamás en aquel mar tan soñado; la India, la Bactriana, todo ese Oriente tenebroso del que se había embriagado a distancia, se reducirían para él a unos nombres y a unos ensueños. A la mañana siguiente, las malas noticias lo forzaron a retroceder. Cada vez que el destino me ha dicho no, he recordado aquellas lágrimas derramadas una noche en lejanas playas por un anciano que miraba por primera vez su vida cara a cara.” (Memorias de Adriano, editorial Planeta, pag. 75)
Cada vez que el destino nos dice no, tenemos que encauzar nuestra vida por otro rumbo. “Una vida, si es realizada, está hecha de muchas muertes”, decía Estanislao Zuleta. Pero en este caso del Emperador Trajano ya no se trata de buscar otro rumbo, pues la vida tiene sus límites, sino de aceptar que ya hicimos lo que pudimos.

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