sábado, 2 de mayo de 2009

Los que fracasan al triunfar

Hace poco escribí para la página http://www.ajedrez32.com/ una serie de artículos sobre el campeonato mundial de ajedrez disputado en Buenos Aires entre el cubano José Raúl Capablanca y el ruso-francés Alexander Alekhine en el año 1927. Se trató de un encuentro mítico, comparable solamente con el que sostuvieron después Bobby Fischer y Boris Spaskky en Reikiavik.

Capablanca, después de haber hecho una carrera fulgurante en su propia Cuba, que había sido considerada como La Meca del ajedrez de estas latitudes, donde a comienzos del siglo XX se habían jugado encuentros internacionales de primera categoría; seguir en los Estados Unidos, donde prácticamente lo habían adoptado como otro de los suyos; pasar luego a Europa, ganar el famoso torneo de San Sebastián 1911, un honroso segundo puesto en San Petersburgo 1914, un primer puesto en Hastings 1919; convertirse en el retador indiscutible de Emanuel Lasker, y vencerlo en el encuentro de La Habana en 1921; en fin, después de un ascenso desconocido hasta entonces, gana el campeonato mundial, y llega a decirse entre la opinión que es una máquina, que el ajedrez en sus manos se ha agotado, y él también llega a creerlo. Y tiene argumentos para ello: en San Sebastián había perdido una partida contra el polaco Akiba Rubinstein y volvió a perder otra contra Ricardo Reti, en el torneo de Nueva York de 1924. ¡Trece años sin perder!

A diferencia de hoy, en aquellos días no se seleccionaba el retador en los torneos que llamamos de candidatos. El que estuviera interesado, tenía que demostrar méritos… ¡y dinero! Lasker pedía 8 mil dólares de la época al que quisiera retarlo. Capablanca subió la suma a 10 mil y les puso muchas trabas a los aspirantes. Finalmente no pudo oponerse a las pretensiones del ruso-francés Alexander Alekhine, un hombre que dijo: "alguna vez los hombres tuvieron que ser semidioses; si no, no hubieran inventado el ajedrez". Gran estudioso del juego, Alekhine venía en ascenso y se había tomado la molestia de estudiar el estilo de Capablanca, y le había encontrado sus debilidades.

La opinión general sostenía que en Buenos Aires Capablanca exterminaría a Alekhine. Sin embargo, en Europa, Lasker y Reti lo pusieron en duda. En el transcurso del torneo, mientras Alekhine entrenaba todos los días en su hotel, juiciosamente, Capablanca parece que antes de empezar el encuentro ya había encontrado novia, y las noches que no pasaba con ella las pasaba jugando cartas, billar y dominó, en el olvido casi total del ajedrez. El resto es conocido: Capablanca perdió 6 partidas, ganó 3 y entabló 25.

Cabe la pregunta: después de toda la lucha que dio para ganar el título, ¿por qué lo entregó tan fácilmente? Algunos han dicho que fue por su temperamento latino. ¿Pero con ese mismo temperamento no ganó, pues, el título y los torneos que lo hicieron merecedor de disputarlo? En alguna parte de su obra habla Freud de ‘los que fracasan al triunfar’, y cita el caso de Macbeth y su ambiciosa esposa, que se apoderaron del reino de Escocia, después de asesinar al rey, y después los mató a ellos el remordimiento. Este parece haber sido el caso de nuestro amigo, cuyo ocaso empezó al año siguiente de haber ganado el título.

No hay comentarios:

Publicar un comentario