miércoles, 13 de mayo de 2009

Las marcas de la pobreza

Dice Konrad Lorenz:
“Pienso que en nuestros días los seres humanos de las grandes ciudades, que viven sin contacto suficiente con las bellezas de la naturaleza o del arte, sufren gravemente esta privación. Esto es tanto más serio cuanto que el sentido de la estética y la ética, de lo bello y lo bueno, son, en el fondo, una única y misma cosa. ¿Qué espectáculo ha de entusiasmar al infeliz habitante de la ciudad que ha crecido en los suburbios de una inmensa urbe sin haberse acercado nunca a la belleza y a la armonía, bajo cualquiera de sus formas, y cuyo entorno está hecho sólo de patios sombríos, estaciones de servicio, depósitos de basura y cementerios de coches? Naturalmente el dinero será la única cosa a la que le atribuirá valor” (prólogo a la “Enciclopedia Salvat de la fauna”).
Pienso en los compatriotas que nacen en un entorno hecho no sólo de patios sombríos, estaciones de servicio y demás, sino de toda clase de maleantes, atracadores, viciosos, prostitutas y toda la gama de la actividad delincuencial. Ya lo han dicho otros: el niño pobre, desde antes de nacer, está en desventaja frente a los demás.

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